Todo lo que existe le sirve a Dios
Cuando no son usadas para servirle a Dios, las fuerzas y características del hombre toman una dirección errada, pervertida, mentirosa y catastrófica para él.
La creación entera: el sol, la luna, las estrellas, la tierra, el agua, el aire, el fuego, las plantas, las aves, los peces, los cuadrúpedos y los insectos le sirven a Dios con las cualidades y características particulares que Él mismo les dio. La viña ofrece sus frutos, al igual que el manzano, etc. Entonces, con mayor razón el hombre debe servirle a Dios, utilizando las cualidades que se le dieron como ser racional, libre y sensible. Su servicio debe partir de la mente y el corazón; además, debe ser voluntario, no a la fuerza, aunque a veces implique exigirse a sí mismo o a los demás. En el servicio a Dios radica la vida y la felicidad de lo creado. La higuera estéril es cortada y arrojada al fuego. Cuando no son usadas para servirle a Dios, las fuerzas y características del hombre toman una dirección errada, pervertida, mentirosa y catastrófica para él (desenfreno, embriaguez, herejía, afición a las riñas, etc.). Pero, si le sirven a Dios, su dirección es la correcta y se muestra armoniosa, sosegada, fructífera, redentora, iluminadora.
(Traducido de: Ioan de Kronstadt, Liturghia – cerul pe pământ, Editura Deisis, Sibiu, 2002, p. 257)