Todo lo que la Santísima Virgen representa para nosotros, expresado en pocas palabras
“Santísima Señora mía, Deípara, Tú que eres la luz de mi oscurecida alma, mi esperanza, mi protección, mi refugio, mi consuelo y mi alegría…”.
¿Qué le decimos a la Madre del Señor? “Santísima Señora mía, Deípara, Tú que eres la luz de mi oscurecida alma, mi esperanza, mi protección, mi refugio, mi consuelo y mi alegría…”. Luego, cada uno de nosotros tendría que ser capaz de reconocer esto: la Madre del Señor es mi Señora, mi esperanza (nuestra esperanza crece cuando sabemos que ella ora por nosotros), mi protección, mi refugio, mi consuelo y mi alegría.
Esta es la ventaja que nosotros, los ortodoxos, tenemos frente a quienes no honran a la Madre del Señor, aunque tampoco la deshonren. Porque tenemos que saber diferenciar entre quienes la deshonran, es decir, quienes la difaman, y quienes simplemente no la honran. ¡Y es que hay tantos indiferentes ante todo lo que ella representa!
Nuestra ventaja, como ortodoxos, es que no podemos pensar en ser devotos a nuestro Señor Jesucristo, mientras la desconsideramos a ella. ¡Eso no es posible! Al menos en nuestra Iglesia, que es la Iglesia de los que honran a la Madre del Señor
(Traducido de: P. Teofil Părăian, Daruri din darurile primite, Editura Andreiana, 2009, p. 214)