Palabras de espiritualidad

Todo lo que me ha dado el cristianismo

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

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Esta es mi suerte, algo completamente extraordinario e impensado, que se me concediera creer en Dios y en Cristo, recordando aquellas palabras de Unamuno: “creer en Dios significa desear que Él exista y, además, actuar como si existiera”.

¿Cómo me vería yo, con un rastro de fango detrás de mí, con una vida desperdiciada y convertida en una porqueriza? ¡Si no fuera cristiano!

Pero lo soy. Las campanas ahora resuenan también para mí, con un tañido amistoso, familiar. El cristianismo me mantiene jovial, entusiasmado, sin decepciones, pleno, contento.

A la presencia eternamente fresca de Cristo le debo que en mí no fermente el enojo hacia los demás o hacia mí mismo. Esta es mi suerte, algo completamente extraordinario e impensado, que se me concediera creer en Dios y en Cristo, recordando aquellas palabras de Unamuno: “creer en Dios significa desear que Él exista y, además, actuar como si existiera”.

Solamente siendo cristiano viene a visitarme —a pesar de cualquier intento de racionalizar todo— la felicidad, como una soldada muy especial. Solamente gracias al cristianismo ya no camino crispado, cabizbajo, por las calles diurnas, nocturnas de la ciudad —espacio proustiano descompuesto de tiempo—, uno de esos cadáveres que arrastra, vivos, el torrente de agua de la vida, y he dejado de contarme entre aquellos que todavía no han entendido —Hechos 20, 35— que es mucho más feliz dar que recibir.

(Traducido de: Nicolae Steinhardt, Jurnalul fericirii, Editura Mănăstirii Rohia, Rohia, 2005, p. 412)

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