Palabras de espiritualidad

Todo lo que representa la Cruz

  • Foto: Tudorel Rusu

    Foto: Tudorel Rusu

La Cruz es nuestra arma, escudo y trofeo contra el demonio. Y, al haber sido santificada por el Cuerpo y Sangre de Cristo, se hizo digna de toda veneración.

Cuando el piadoso padre se sentó, algunos le preguntaron: ¿Para qué guardamos ayuno los miércoles y los viernes?

1. Y les respondió: ¿Por qué no habríamos de hacerlo? Porque en uno de estos días, nuestro Señor y Soberano derramó Su venerable sangre sobre la madera de la gloriosa y vivificadora Cruz[1], para revivir nuestra pervertida naturaleza, y en el otro día, los judíos decidieron[2] crucificarle y la Cruz del Señor, en cuatro partes, el cuarto día[3] fue hecha, para que Aquel que fuera clavado en ella salvara a la dividida humanidad.

2. Asombrosos, divinos e inconmensurables son todos los milagros de Cristo, pero más maravillosa aún es la venerable y vivificadora Cruz del Señor. No hay nada que pueda destruir la muerte, sino la misma Cruz. Por medio de ella fue absuelto el pecado ancestral. Por la Cruz se vacía el infierno. Por la Cruz, la Resurrección nos es otorgada. Fue gracias a la Cruz que las puertas del Cielo se abrieron. Por medio de la Cruz, nosotros, los fieles, nos diferenciamos de los que no creen y nos reconocemos entre sí[4].

3. La Cruz es nuestra arma, escudo y trofeo contra el demonio. Y, al haber sido santificada por el Cuerpo y Sangre de Cristo, se hizo digna de toda veneración. Y, honrando también su día, nos conservamos puros, no venerando la materia, sino lo que representa, como símbolo de Cristo, de Su muerte, Su gloria y Su Resurrección[5].

4. ¿Cómo no dedicarle un día a la Cruz, si en este día fue hecha, y en este día también el Señor se la mostró en los cielos al emperador Constantino, diciéndoe: “Con este signo vencerás a tus enemigos”[6]? También en este día, como sabemos, fue descubierta por la piadosísima Elena la venerable y vivificadora Cruz[7]. Además, en este día la vivificadora Cruz, al igual que Aquel que fuera clavado en ella, fue elevada al cielo por los santos ángeles, tal como relatan aquellos que presenciaron todo esto[8] para poner fundamento a este día. A partir de todo lo mencionado y otras cosas semejantes, ¿cómo no habríamos de dedicarle un día a la milagrosa, purísima y vivificadora Cruz? Porque, todo aquel que cree y ha sido bautizado en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y no respeta con pureza los miércoles y viernes[9] —con la única excepción de que se trate de alguna festividad de lglesia que disponga algo distinto, como decían los Padres[10], que todas esas festividades fueron antes de la Cruz—, es ajeno a la fe correcta de los cristianos.

(Traducido de: Sfântul Anastasie Sinaitul, Întrebări și răspunsuri, în curs de publicare la Editura Doxologia)

[1] Juan 19, 31-34.

[2] Marcos 14, 1-2.

[3] Para los griegos, la numeración de los días empieza con el domingo. De esta forma, el miércoles es el cuarto día de la semana, mismo que, con su cifra nos recuerda a la Cruz del Señor.

[4] San Juan Damasceno, Expositio fidei 84, 21-24, ed. B. Kotter, Die Schriften des Iohannes von Damaskos, IV, 11; PG 94, 1128-1129.

[5] San Juan Damasceno, Expositio fidei 84, 41-42, ed. B. Kotter, Die Schriften des Iohannes von Damaskos, IV, 11; PG 94, 1128-1129.

[6] Eusebio de Cesárea, De vita Constantini, I, 28-30, ed. F. Winkelmann, Eusebius Werke, Berlin 1975, pp. 29-30; PG 20, 944 AC.

[7] Sobre la búsqueda en Jerusalén de la verdadera Cruz del Señor, consultar: A. Frolow, La relique de la vraie croix. Recherches sur le développement d’un cult (Archives de l’Orient Chrétien, 7), Paris, 1961, pp. 55-56.

[8] San Juan Crisóstomo, De cruce et latronehomilia I (CPG 4338), PG 49, 403, 413.

[9] Canones Apostolorum, 64, 69, în P.-P. Joannou, Fonti, I, 2, Roma, 1962, pp. 41, 43; G. Rhallis, M. Potlis, Σύνταγμα τῶν θείων καὶ ἱερῶν κανόνων, vol. II, Atena, 1852, pp. 84, 88.  

[10] San Pedro de Alejandría, Canonul 15 (Sermo de Pascha), ed. P.-P. Joannou, Canons, în Fonti, II, Roma, 1963, pp. 57-58; Teófilo de Alejandría,Canonul 1, ed. P.-P. Joannou, Canons, în Fonti, II, Roma, 1963, pp. 262-263; Pseudo-Atanasio el Grande, Syntagma ad monachos (CPG 2264), ed. P. Batiffol, Paris, 1890, pp. 123-124, PG 28, 837C-840.