Palabras de espiritualidad

Todo lo que representa la oración para quien busca a Dios

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

La oración es respiración. Cuando el hombre respira, es porque está vivo. La respiración le acompaña a lo largo de toda su vida.

Conozco a miles de almas en el mundo —en el mundo entero, quiero decir—, que practican la oración perseverante, con resultados verdaderamente maravillosos. La oración las fortalece en su lucha espiritual, las ilumina interiormente y ellas dan testimonio de ello con toda sinceridad.

Agobiados por los pensamientos y las tentaciones que el demonio lanza contra quienes oran, los hombres de oración acuden con fervor a los purísimos Sacramentos. Después, vuelven a la lucha contra los pensamientos y las pasiones, y, posteriormente, buscan otra vez los Sacramentos, incapaces de vivir sin orar.

La oración es respiración. Cuando el hombre respira, es porque está vivo. La respiración le acompaña a lo largo de toda su vida. El que empieza a orar, empieza a enmendar su vida entera, teniendo como guía a su padre espiritual. Tal como, al amanecer, el sol nos despierta y su luz alumbra y da vida a todo lo creado, lo mismo ocurre cuando Cristo, el Sol de la Justicia, amanece, con la ayuda de la oración, en la mente y el corazón del hombre, dándole la vida verdadera y despertándolo para realizar las obras de la luz y del día que no tiene fin...

Esto es lo que significa la oración: una contrición permanente y un incesante llamado a la misericordia divina. A Cristo, nuestro Dios, Quien da la oración a quienes anhelan practicarla (I Reyes 2, 9), sean dados todo honor, toda gloria y toda honra, por los siglos de los siglos. Amén.

(Traducido de: Comori duhovnicești din Sfântul Munte Athos – Culese din scrisorile și omiliile Avvei Efrem, Editura Bunavestire, 2001, p. 334)