Todos tenemos que luchar contra el egoísmo
El egoísmo es una realidad para muchos. Ciertamente, todos somos, de una forma u otra, egoístas.
En primer lugar, tenemos que darnos cuenta de que somos egoístas y, observando bien esto, debemos pedirle a Dios que ablande nuestro corazón para que seamos más buenos, para que nos avergüence el hecho de habernos convertido en unos egoístas. El egoísmo es una realidad para muchos. Ciertamente, todos somos, de una forma u otra, egoístas.
Una señora ya anciana de la región de Sibiu, con quien me entendía muy bien, me dijo un día: “Quiero que venga a comer a mi casa, padre, pero solamente si nadie más lo invita también. No quiero ser una egoísta”. Es decir que no quería participar ella sola de la alegría de recibir a un sacerdote en su casa, sino que pensaba que, si alguien más me invitaba, también esa persona tenía derecho a servirme de anfitrión. Me agradó mucho esa motivación suya, esa intención de no actuar con egoísmo hacia nadie.
(Traducido de: Arhimandritul Teofil Părăian, Iubirea de aproapele – ajutor pentru bucuria vieții, Editura Doxologia, Iași, 2014, pp. 76-77)