Tomar el lugar de mi hermano y sentir su dolor es poner en práctica el sentido de la Cruz
Puedo acercarme al otro sin hablarle de la Cruz, pero demostrándole que estoy dispuesto a hacer cualquier sacrificio por él.
A menudo tenemos una representación parcial de la Curz y su misterio, reduciéndolo al hecho de soportar una ascesis, de refrenarnos de los placeres y de toda clase de satisfacciones. Sin embargo, la Cruz tiene también otro sentido: la compasión hacia el otro. Está claro que no podemos hacer todo lo que tendríamos que hacer por el otro, en tanto nos sigamos aferrando a nuestros placeres egoístas, mientras vivamos atados por la gula, el deseo de mandar y el orgullo. Con todo, esto nos enseña solamente el aspecto negativo de la Cruz.
Por ejemplo, puedo acercarme al otro sin hablarle de la Cruz, pero demostrándole que estoy dispuesto a hacer cualquier sacrificio por él. Si está enfermo, lo iré a visitar y me quedaré a su lado. Si mi hermano tiene que enfrentar cualquier aflicción, persecuciones, la pérdida de su lugar de trabajo… yo mismo puedo ayudarlo a cargar esa Cruz. Y su corazón se sacudirá al ver que estoy ayudándolo a llevar su Cruz. Entonces entenderá el sentido de la Cruz sin que yo le diga que es justamente la Cruz lo que me insta a actuar así con él. Lo hago simplemente por hacerlo.
Dicho esto, no nos limitemos a predicar a los otros la importancia de cargar su Cruz: tomémosla sobre nuestros hombros y ayudémoslos a seguir adelante. Y, al hacerlo, nos daremos cuenta de que dicha Cruz no representa ningún sufrimiento para nosotros. “Sufro con el otro, pero ese sufrimiento compartido me alegra, me da paz”, decía un monje de Athos.
(Traducido de: Părintele Dumitru Stăniloae, Părintele Marc-Antoine Costa de Beauregard, Mică Dogmatică vorbită, dialoguri la Cernica, Editura Deisis, Sibiu, 2007, pg. 198)