Trabajemos el pedacito de “tierra” que se nos confió
Nuestro servicio a la Iglesia consiste en esto: en que, por nuestra propia vida cristiana, el espíritu de los valores del Evangelio se irradie en la vida del mundo.
Tenemos que servir a la Iglesia como al único Cuerpo de Cristo, como a un solo organismo, una sola sustancia. La personalidad de cada uno es la fracción de tierra que se le confió para que la trabaje, la limpie y la haga fructificar. Trabajando en nosotros mismos, trabajamos para el todo, para la Iglesia entera, para su Cabeza, es decir, para el Señor, Quien se sacrificó por nosotros. Sin embargo, si dejamos esa tierra sin trabajar, si la descuidamos, no solo nos perjudicamos a nosotros mismos, sino también a toda la Iglesia. Cuando no juntamos para nuestra propia alma, malgastamos lo que le pertenece a la Iglesia.
Nuestro servicio a la Iglesia consiste en esto: en que, por nuestra propia vida cristiana, el espíritu de los valores del Evangelio se irradie en la vida del mundo, avergonzando así a los enemigos de la Iglesia. En nuestras cualidades personales reside el fundamento de la unidad interior de la Iglesia, considerada en su totalidad, y también de nuestra parroquia, en particular. Y es de esta fuente que brotan la comprensión recíproca, la obediencia, la unanimidad en la realización de los objetivos propuestos y el sacrificio lleno de amor para gloria de Dios y de la Iglesia.
(Traducido de: Pr. Mihail Pomazanski, Totul își are timpul și locul său. Scrieri alese, Editura Doxologia, Iași, 2016, pp. 39-40)