Para comenzar bien, asegúrate de tener estas tres condiciones espirituales indispensables. En primer lugar, la despreocupación por cualquier cosa y problema. Luego, una conciencia pura; es decir, que tu conciencia no te condene por nada. Y, finalmente, el desapego por las cosas del mundo, incluyendo tu propio cuerpo.

Luego, elige un lugar sereno y aislado. Cierra la puerta, concentra tu mente, aleja cualquier divagación y examina tu interior para encontrar el sitio del corazón, en donde conviven todas las fuerzas del alma. Al comienzo notarás la oscuridad y encontrarás una firme resistencia. Sin embargo, si sigues practicando esto con perseverancia y sin retroceder, hallarás un sosiego permanente.

Entonces cuando la mente encuentre el sitio del corazón, verás allí dentro lo que antes no conocías. Entonces también tu discernimiento se iluminará. Así, sin importar de dónde aparezca algún pensamiento incorrecto, aún antes de que tome forma tu mente lo apartará y lo hará desaparecer, con sólo mencionar el Nombre de Jesucristo.

(Traducido de: Sfântul Simeon Noul Teolog, Miezul înțelepciunii Părinților, Editura Egumenița, p. 83)