Tres peligros que encontraremos en nuestro camino a la salvación. Cómo librarnos de ellos
La experiencia de la propia impotencia ante el mal que hay en nosotros puede llevarnos a la desesperanza; el hombre, por sí mismo, no puede salir vencedor. Pero no está solo.
Los tres domingos del Triodo nos han presentado tres pares de sucesos: tres peligros que nos acechan en el camino a la salvación, pero también tres actos virtuosos que nos libran de esos peligros, y sin los cuales no podemos empezar nuestra labor de restauración interior.
El primer par: orgullo-humildad. El orgullo, fuente y principio de toda maldad, enemistad con Dios y caída al abismo con el demonio; la humildad, sanación de todo mal y principio de toda virtud, sometimiento y exaltación con Cristo.
El segundo par: desesperanza-confianza en la misericordia divina. La experiencia de la propia impotencia ante el mal que hay en nosotros puede llevarnos a la desesperanza; el hombre, por sí mismo, no puede salir vencedor. Pero no está solo. El Señor nos confía que está con nosotros todos los días, hasta el fin del mundo (Mateo 28, 20).
El segundo par: indiferencia-anhelo de salvación. La confianza temeraria e imprudente en la piedad de Dios lleva a la desidia, que es uno de los pilares que sostiene a los demás pecados. El patrono les confió los talentos a sus siervos para que los utilizaran, para que los apreciaran y los multiplicaran. “El Reino de Dios es cosa que se conquista, y los más decididos son los que se adueñan de él”. Luego, la santidad de la vida y los actos de amor al prójimo son los deberes más importantes del hombre.
(Traducido de: Protosinghelul Petroniu Tănase, Ușile pocăinței. Meditații duhovnicești la vremea Triodului, Editura Doxologia, Iași, 2011, pp. 31-32)