“Tu rostro habla de cómo es tu vida”: el alma se manifiesta en el cuerpo
No pensamos “en abstracto” en aquellos que han pasado por esta vida, porque el alma se imprime en el cuerpo y el cuerpo se imprime en el alma. Por eso, la Iglesia nos habla de un Juicio Final, al cual nos presentaremos con cuerpo y alma.
En realidad, el hombre es un ser integral, un ser en el cual no vemos el cuerpo por una parte, el alma por otra, el espíritu por otra también, o en el que no vemos el cuerpo por un lado y el alma en el otro, sino que siempre vemos el cuerpo y el alma juntos mientras el hombre vive, y, cuando el alma se separa del cuerpo —porque, desde un punto de vista estrictamente dogmático, la muerte es la separación del alma del cuerpo—, este último queda como lo vemos nosotros, en una situación de “cadáver”, y el alma permanece invisible. Nosotros nos imaginamos que el alma es tal como vemos al hombre en vida.
Cuando pensamos en nuestros padres que han pasado a la eternidad, jamás los vemos según su parte espiritual, sino que siempre los vemos según su parte física. Como si estuvieran todavía entre nosotros, tal cual los conocimos en la vida cotidiana, como vivieron con nosotros; podemos verlos jóvenes, ancianos, como los conocimos nosotros, pero, en todo caso, no los vemos de manera distinta, ni siquiera en nuestra conciencia, sino como si tuvieran una forma física.
No pensamos “en abstracto” en aquellos que han pasado por esta vida, porque el alma se imprime en el cuerpo y el cuerpo se imprime en el alma. Por eso, la Iglesia nos habla de un Juicio Final, al cual nos presentaremos con cuerpo y alma, porque nuestros actos fueron realizados por el alma en el cuerpo en esta composición humana, a la cual conocemos sino de la forma en que la hemos visto, así es como nos conocemos a nosotros mismos. ¿Por qué nos hacemos fotografías, por ejemplo? No podríamos decir que las fotografías son “solo” del cuerpo.
En realidad, las fotografías son tanto del cuerpo como del alma. Hay una expresión: “Tu rostro habla de cómo es tu vida”, es decir que el alma se manifiesta en el cuerpo. Una fotografía no representa un simple cuerpo, sino que representa a un hombre vivo, un hombre vivo que se manifiesta en materia y en espíritu, un hombre en el cual la materia pone su impronta también en el espíritu, tal como es el hombre, de hecho, un ser al que tenemos que entender tal cual es en su conjunto.
(Traducido de: Arhimandritul Teofil Părăian, Cum putem deveni mai buni – Mijloace de îmbunătățire sufletească, Editura Agaton, pp. 123-124)