Un acto de verdadera humildad
No es tan difícil como parece, pero hay muchos que ni siquiera esto quieren hacer.
No importa quién sea tu prójimo: considéralo siempre más bueno que tú. Si haces esto, poco a poco te acostumbrarás a ver a todos como si fueran ángeles, y tú mismo te llenarás de paz. Pero, en tanto tu amor propio siga en pie, necesitarás mucho fuego para poder extinguirlo completamente.
El Señor escucha las oraciones de todos. Las únicas que no acepta son las de los orgullosos. En cambio, las de los humildes, quienes se reprenden a sí mismos, siempre las recibe. El Señor nos ayuda y no nos abandona jamás, porque nos ama.
¡Amonestémonos a nosotros mismos! No es tan difícil como parece, pero hay muchos que ni siquiera esto quieren hacer. Soportar que los demás te reprendan es más difícil, pero reprenderte a ti mismo, no. Es justo agregar que, si nos reprendemos a nosotros mismos, pero no luchamos contra nuestras pasiones, no obtendremos ningún fruto de nuestro esfuerzo.
(Traducido de: Ne vorbesc Stareții de la Optina, traducere de Cristea Florentina, Editura Egumenița, 2007, pp. 185-186)