Un amor de madre
Cuando amas a los demás con un amor de madre, justificas todas sus debilidades e ignoras sus faltas. Y, si las ves, se las perdonas.
¿Cómo puede alguien abarcar a todo el mundo con su corazón?
—¿Cómo podría abarcar a todos con un abrazo, teniendo unos brazos tan pequeños? Para poder abarcar a todos en su corazón, debe hacer que este último se ensanche.
¿Y cómo lograr esto?
—Con el amor. Pero tampoco con esto basta. Es necesario tener un amor de madre. La madre ama a sus hijos mucho más que a sí misma. Quien alcanza semejante forma de amor, ama no solamente a quienes le aman, sino también a quienes le hacen daño, porque tal como una madre es capaz de justificar todo, también el que ama de esta forma encuentra siempre circunstancias atenuantes para excusar a los demás, asumiendo sus cargas. Incluso cuando alguien le roba algo, se siente intranquilo, no sea que el ladrón sea atrapado y enviado a prisión. Y se repite en su interior: “Por mi culpa le han metido a la cárcel. Si hubiera encontrado una manera de darle el dinero que necesitaba, no me habría robado nada ni habría sido encarcelado”.
El amor de madre cubre todo, borra todo. Si uno de sus hijos le causa algún mal o se comporta groseramente con ella, la mamá lo perdona inmediatamente, porque es su hijo. Del mismo modo, cuando amas a los demás con un amor de madre, justificas todas sus debilidades e ignoras sus faltas. Y, si las ves, se las perdonas. Es entonces cuando tu corazón se llena de amor, porque te haces discípulo de Cristo, que es paciente con todos nosotros.
(Traducido de: Cuviosul Paisie Aghioritul, Patimi și virtuți, Ed. Evanghelismos, București, 2007, p. 213)