Un bello llamado a la lucha de cada día
Lo importante es que el momento de la muerte nos encuentre luchando. Que la misericordia de nuestro Buen Dios y de la Madre del Señor nos ayuden a llegar a la puerta del Paraíso, y allí gritar fuertemente: ¡Ábrenos, Señor, la puerta de Tu piedad!.
Cuentan sus discípulos más cercanos, que a quienes caían en tentaciones y pecados graves, el anciano Paisos (Olaru) no los reprendía severamente. Al contrario, los recibía con amor y los animaba recordándoles el perdón de Dios, si renunciamos a nuestros pecados. Además, les decía lo siguiente:
—No importa cuántas veces caigas, ¡tú levántate! Confiesa tus pecados, arrepiéntete, haz tu canon de penitencia, pregunta y sigue cargando cn tu cruz, manteniendo siempre la mirada en Cristo, hasta llegar arriba, al Gólgota. Es imposible decir que nos salvamos con nuestros actos, sin la misericordia de Dios, sin la guía de un confesor y sin las oraciones de la Iglesia. Lo importante es que el momento de la muerte nos encuentre luchando. Que la misericordia de nuestro Buen Dios y de la Madre del Señor nos ayuden a llegar a la puerta del Paraíso, y allí gritar fuertemente: ¡Ábrenos, Señor, la puerta de Tu piedad!.
(Arhimandrit Ioanichie Bălan, Părintele Paisie Duhovnicul, Editura Apologeticum, p.53)