Palabras de espiritualidad

Un cesto con uvas...

  • Foto: Stefan Cojocariu

    Foto: Stefan Cojocariu

Translation and adaptation:

El que guarda sólo para sí mismo el don que recibe de Dios, no sabe ser agradecido con nuestro Padre Benefactor.

Cierto día del otoño pasado, al volver de dar un paseo, Cristina encontró sobre la mesa una cesta con uvas. Eran unas uvas hermosas, ya maduras, de un color amarillento brillante, y habían sido puestas en el cesto sobre un tapete de hojas de parra.

—¡Mamá, mamá! ¿De dónde salieron estas uvas tan bonitas? ¿Para quién son?

—Para ti. Tu amiga María te las mandó porque son las primeras que maduraron en su viñedo.

—¡Pero qué buena es María y cuánto me alegra que no me haya olvidado! ¡Espero encontrarme pronto con ella, para agradecerle este gesto con todo el corazón!

Entonces, la mamá de Cristina dijo:

—Me alegra mucho verte tan agradecida. Si embargo, hay algo que me entristece... Desde que recolectaste las moras por primera vez y hasta que recibí estas uvas, los árboles de nuestro jardín nos han dado una gran cantidad de frutos. Con todo, me he dado cuenta de que jamás has pensado en darles algunas frutas a las niñas huérfanas que viven en la casa de al lado con su tía. ¿Es que las frutas de nuestro jardín no son también un don de la bondad de Dios? Él nos ha cuidado, tal como un padre bueno cuida de sus hijos. Y si Él nos ha cuidado con tanto esmero y amor, también nosotros tendríamos que cuidar de esos niños que no tienen padres o son pobres y no tienen posibilidades. Haciendo esto, le podremos demostrar nuestra gratitud por todos los bienes que nos otorga. ¡A partir de hoy, te pido que no se te olvide compartir con los demás las bondades que nuestro Padre Celestial nos da día tras día!

El que guarda sólo para sí mismo el don que recibe de Dios, no sabe ser agradecido con nuestro Padre Benefactor.

(Traducido de: În căutarea bucuriei, Ed. Sophia, București, 2009, p. 14)