Un cristiano verdadero debe ser dócil con todos los demás
La persona se hace verdaderamente dócil y humilde, cuando dirige lo profundo de su corazón hacia el Señor Jesucristo.
Sólo el que es manso y humilde de corazón puede tranquilizar los corazones más crudos, llenos de turbación; sólo el que es dócil de corazón puede hacer humildes las almas orgullosas y soberbias.
Demostrar "mansedumbre frente a todos los demás, es obligación de todo cristiano verdadero" (Tito 3, 2). Pero la persona se hace verdaderamente dócil y humilde, cuando dirige lo profundo de su corazón hacia el Señor Jesucristo, Quien es el único y cierto "manso y humilde de corazón” (Mateo 11, 29). El alma de los hombres debe ser amansada con la docilidad de Cristo.
Toda persona debe aprender a orar así: "¡Manso y buen Señor, apacigua mi perturbada alma!". Y es que el Señor se humilló a sí mismo con el gesto más grande de la humildad: encarnándose y haciéndose hombre.
(Traducido de: Părintele Iustin Popovici, Credința Ortodoxă și viața în Hristos, Traducere: prof. Paul Bălan, Editura Bunavestire, Galaţi, 2003, p. 14)