Un diálogo sobre la relación entre el cristiano y su padre espiritual
La tarea del padre espiritual es un hoy continuo, porque el trabajo de la salvación no se detiene jamás.
Padre Constantino Galeriu: La tarea del padre espiritual es un hoy continuo, porque el trabajo de la salvación no se detiene jamás. El agua estancada termina descomponiéndose. Si no tienes nada qué hacer, el demonio te pone a trabajar para él.
En la Santa Escritura encontramos: “La salvación se alcanza con el consejo” o “Quienes carecen de un guía caen como las hojas del árbol”. Y, otra vez, en los Santos Padres: “Quien quiera salvarse, que viaje pregutnando”. Es una relación fundamental que se expresa de dos formas: la comunión entre Dios y el hombre, en relación paralela con el vínculo entre el padre espiritual y su discípulo.
Gabriel Liiceanu (filósofo): ¿Por qué no se puede crecer espiritualmente fuera de la relación maestro-discípulo? ¿Por qué es necesaria esta relación personal? ¿Qué te puede enseñar el maestro, más allá o antes que la doctrina? Evidentemente, como usted sugiere, se trata de una búsqueda, y él te enseña a enmendarte. El maestro (padre espiritual) es, entonces, aquel que te pone en la órbita correcta.
P. Galeriu: Voy a responder con un ejemplo. Pensemos en una persona con una gran carga de pecados. ¿Qué podía hacer? Le daba vergüenza ir con su confesor. Entonces, decidió irse al campo, hizo un agujero en la tierra y “sepultó” ahí todas sus iniquidades. Luego de unas semanas, al volver, comprobó que en aquel sitio habían crecido un montón de maleza y varias plantas venenosas. ¿De dónde? De los gérmenes del mal que había en su interior. La relación personal, pues, es necesaria porque es natural, fundamental. (...) El hecho capital, la persona humana se realiza sólo en la relación con otra persona.
El padre espiritual procede al perdón (de los pecados) en el nombre de la Santísima Trinidad. Él dice: “Te perdono y te absuelvo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”. Luego, no lo hace “en mi nombre”. Preciso: “en el nombre de...” y no “en lugar de...”. El confesor es portador del Nombre y de la Gracia, que no se sustituyen. La Orttodoxia elimina cualquier expresión que pudiera sugerir la idea de la sustitución.
Sorin Dumitrescu (pintor): ¿Cuánto puede asumir el padre espiritual del misterio de una vocación (artística, técnica, etc.)?
P. Galeriu: Creo que aquí está implicado el problema de la autenticidad del padre espiritual, el de su responsabilidad. El padre espiritual que verdaderamente se halla asentado en la Revelación, se constituye en Cristo, de acuerdo a Su Imagen, en el mismo Espíritu Santo. La palabra que comparte, en el Espíritu de Cristo, parte justamente de su propia y viva experiencia espiritual. Cuando un padre espiritual semejante es testigo auténtico de la Revelación, testigo por medio de la palabra y de la vida, entonces puede guiar a su hijo espiritual, sin importar cuál sea su profesión.
Gabriel Liiceanu: Observo que es muy fácil delimitar el perfil del hijo espiritual... y que éste tiene un arma muy importante: la obediencia. ¿Cuál es, entonces, el arma del maestro?
P. Galeriu: El arma del padre espiritual se encuentra comprendida en sus tres funciones esenciales: maestro, santificador y pastor, según la Imagen de Jesucristo. El confesor, entonces, debe compartir la Verdad gratíficamente, santificándome y guiándome. ¡Así están las cosas, concretamente! Esta es, de hecho, la misma tarea de la Iglesia, como copa de los Sacramentos.
(Traducido de: Părintele Galeriu, Andrei Pleșu, Gabriel Liiceanu, Sorin Dumitrescu, Dialoguri de seară, Editura Harisma, București, 1991, pp. 11-29)