Un ejemplo de humildad
Quien sea juicioso atenderá estas palabras y recibirá las misericordias de Dios para la vida eterna. No perdamos, amados hermanos míos, el tiempo ni el día.
«Hermanos, padres e hijos míos espirituales. Como de costumbre, nuevamente empiezo a hablarles desde mi humildad, aunque esta aún se encuentre fría, porque le falta el calor de las buenas acciones. Ustedes, sin embargo, llenen ese vacío con las suyas. Porque, créanme, hijos, como les he dicho otras veces, me estremece pensar en mi indignidad para hacerme llamar “padre espiritual” de cada uno, yo, que no soy digno ni de llamarme “discípulo” de alguien. Ustedes son mis padres y mis hermanos amados, y por ustedes es que espero alcanzar la salvación. Por eso, aunque soy tan miserable, en verdad deseo la salvación de cada uno de ustedes y me esmero en hablarles con amor y consejo. Estos son los días propicios para trabajar y conocer a Dios. Quien sea juicioso atenderá estas palabras y recibirá las misericordias de Dios para la vida eterna. No perdamos, amados hermanos míos, el tiempo ni el día. Que nuestra lucha y esfuerzo sean constantes, y, ayudándonos recíprocamente en la perseverancia de las buenas acciones, crezcamos en la virtud. Y si vemos a alguien obrando en la virtud, es decir, en la mansedumbre, la devoción, la humildad, la obediencia o cualquier otra cosa de lo que es digno de encomio, esforcémonos con fervor, hasta alcanzar esa misma senda. Porque a partir de esto se manifiesta el vínculo de la paz y el buen estado del amor».
(Traducido de: Sfântul Teodor Studitul, Cuvântări Duhovnicești, Editura Episcopia Alba Iulia)