Un ejemplo de tesón en la lucha contra las tentaciones
Llevando la tentación a tu propia casa, te estás asegurando tu propia muerte. ¡Apártalas inmediatamente, hermano!
“Verdaderamente perseverante es el hombre que se esmera en sortear las tentaciones, y no aquel que las busca. Llevando la tentación a tu propia casa, te estás asegurando tu propia muerte. ¡Apártalas inmediatamente, hermano! De lo contrario, no solamente te estarás maldiciendo a ti mismo, sino también a los demás. ¡Cuídate de cometer semejante error, y hazte bendición para los otros!”.
La noticia de que había monjes y monjas habitando el mismo monasterio se esparció rápidamente. Y eso causó no solo desaprobación en muchas personas, sino también una gran confusión. Muchos monjes salieron a buscar la forma de justificar tal medida. Estos fueron los que más enfadaron a Gregorio, el cual, en un momento dado, los reprendió así:
—¿Qué están mascullando hermanos? Me hecho viejo y mi espalda se ha encorvado de tanto esfuerzo y trabajo, y, con todo, las tentaciones me siguen atacando; parece que no se cansan de embestirme, las muy miserables… Luego, ¿cómo es posible que ustedes vengan a decirme que no les temen más y que las han vencido? ¡Y siendo aún tan jóvenes! ¡Cuando yo era joven, luchaba contra ellas día y noche, y me costaba mucho trabajo dominarlas! ¡Dormía en el suelo, ayunaba totalmente días enteros, y aún así me seguían molestando! Hacía miles de postraciones, me encerraba en mi celda durante cuarenta días seguidos y las lágrimas empapaban mi hábito. Y aún hoy, siendo anciano, les temo y me afano en mantenerlas a raya. Vivo solo, acompañado únicamente de los árboles y los animales del bosque, entre rocas y acantilados, en la soledad más profunda. A mi celda no viene ni veo mujer alguna. Así pues, ¿a quién quieren engañar, hermanos? Todos sabemos que el cuerpo de uno es fuego, y el del otro, yesca… Mientras más cerca están, más crece el peligro. Por el contrario, mientras más lejos están el uno del otro, menor es el riesgo. ¡Déjense, pues, de excusas y justificaciones, y dedíquense a honrar el inmenso don de la castidad!
(Traducido de: Sfântul Ierarh Grigorie Teologul, Vulturul rănit, Editura Bizantină, București, p. 294)