Un error muy común entre quienes nos hacemos llamar “cristianos”
Quien piense de sí mismo que no es un pecador, es que no conoce lo que es el arrepentimiento e ignora cómo se llega a la salvación.
En las líneas que siguen he querido escribir algunos aspectos aclaratorios sobre el verdadero significado del pecado, según lo que nos dicen las Santas Escrituras.
He podido conversar con muchas personas que piensan que, por no haberse desviado por los caminos del desenfreno terrenal, están libres de pecado y, en consecuencia, no tienen nada que confesar a su padre espiritual. Desde hace varios años he estado exhortando a un monje a que vaya a confesarse. “¿Para qué debería buscar a mi padre espiritual, si no he matado a mi padre, si no vivo en pecado?”.
Esta es la forma en que él entiende el pecado, y hay muchos que también piensan así (aunque acudan a su confesor). El hermano en cuestión considera algo negativo la exhortación a ir a confesarse. ¡Él, que es inocente de todo, no busca a su confesor, porque no tiene pecados que confesar! Esto, a pesar de que, verdaderamente, no es más listo que el “hijo perdido” del Santo Evangelio, pero, debido a que… (perdónenme) no conoce mujer, él se cree libre de pecado.
A esto se reduce el pecado, según él. Tristemente, son muchos los que comparten esa idea, aunque, sin confesarse, acudan a comulgar con cierta frecuencia. ¡En qué abismo tan profundo se hallan esas pobres almas, porque están difamando el sacramento que más necesitamos para salvarnos, es decir, el de la Contrición (que, junto con el Santo Bautismo, abre la puerta del Paraíso para todos)! Porque, quien piense de sí mismo que no es un pecador, es que no conoce lo que es el arrepentimiento e ignora cómo se llega a la salvación.
(Traducido de: Sfântul Ioan Iacob de la Neamț – Hozevitul, Pentru cei cu sufletul nevoiaș ca mine..., Editura Doxologia, Iași, 2010, p. 387)