Palabras de espiritualidad

Un estremecedor relato

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

Translation and adaptation:

¡Si tienes la osadía de herir a Dios, pecando con la esperanza del perdón, espabila, te lo suplico!

Un joven se enamoró perdidamente de una prostituta. Entonces, después de recibir la reprimenda de sus padres, sus parientes y también de su padre espiritual, se decidió a romper las cadenas de aquel pecado, haciendo una confesión general de todas sus faltas. Así, se acordó de todos sus pecados, sin olvidar tan siquiera uno, y los escribió en un papel. Sin embargo, a pesar de haberse examinado con tanta minuciosidad, le faltó experimentar la compunción del corazón, como es debido antes de confesarse. Tan ínfimo era su arrepentimiento, que, cuando iba camino a confesarse, pasó enfrente de aquel lupanar y se llenó de un fuerte deseo de entrar. Ufano, decidió que no era gran cosa entrar por última vez y agregar ese pecado a los que llevaba escritos, repitiéndose en su interior que de cualquier manera habría de confesarlos todos. ¿Qué fue lo que siguió? Que cuando recién estaba ingresando al burdel, entró también otro amante de aquella prostituta. Este último, en un arranque de celos, se enfureció y le dio un puñetazo tan fuerte al muchacho, que lo mató. Cuando vinieron a levantar el cadáver, los testigos del hecho encontraron en el bolsillo de nuestro joven aquel papelito con todos los pecados que había de confesar a su padre espiritual. ¡Oh, muerte cruel! ¡Qué esperanza tan engañosa! ¡Oh, pensamientos perversos! ¡Desdichado de él!

Ahora, hermano, si te sientes como ese desgraciado joven, es decir, si tienes la osadía de herir a Dios, pecando con la esperanza del perdón, espabila, te lo suplico, para que no te pase lo mismo y no llegues a perderte y condenarte. Y la condena es un mal tan grande y terrible, que este simple relato debería asustarte y detenerte de cualquier pecado.

(Traducido de: Sfântul Nicodim Aghioritul, Despre metanie – pocăință, Editura Panaghia, p. 50-51)