Un fuego que quema a los que son indignos de acercársele
¡Ay de aquellos que, estando llenos de pecados, busquen sacerdotes que los absuelvan fácilmente, robándoles su bendición para acercarse al Santo Cáliz, aun sabiéndose indignos de comulgar!
Decía el padre Vicente Mălău:
—Es cierto que el Señor les concedio a Sus Santos Apóstoles la potestad de atar y desatar los pecados —y, con ellos, a los prelados y los sacerdotes—, pero con la condición de que estos (los pecados) fueran expiados por medio del ayuno, la oración, el cumplimiento de un canon de penitencia, las lágrimas de contrición y la determinación de no volver a pecar.
Bien, actualmente, muchas personas buscan confesores indulgentes y, aun así, les piden que no les impongan un canon más o menos severo. Incluso hay personas que piden una “absolución”, una “condonación” definitiva de toda falta. Muchos piden inmediatamente licencia para comulgar, sin importar la gravedad de sus pecados. Y esto, para que la gente los crea dignos de haber comulgado. ¡Qué necedad! Los cánones fueron establecidos por los Apóstoles y por otros santos y tienen que ser aplicados a todos, claro está, según el caso de cada persona, según su tiempo y sus circunstancias. El Mismo Cristo se sometió a los rigores del ayuno, orando mucho y llorando por todos nosotros.
¡Pero qué duros y ciegos somos, hermanos! ¡La Santa Comunión es un fuego que quema a los indignos!
Y a los que se mostraban reacios a confesarse correctamente, les decía:
—¡Ay de aquellos que, estando llenos de pecados, busquen sacerdotes que los absuelvan fácilmente, robándoles su bendición para acercarse al Santo Cáliz, aun sabiéndose indignos de comulgar! ¡Sería mejor que hubieran nacido muertos, porque, sin lugar a dudas, no tienen perdón y serán condenados a estar eternamente con Judas!
Otras veces decía lo siguiente:
—Antes de ir a confesarte, examina tu conciencia largamente y verás que hay acumuladas muchas faltas pequeñas, que muchas veces pueden tornarse más peligrosas que otras que revisten de mayor gravedad. Después, tomando papel y lápiz, escribe todas esas faltas y busca un buen padre espiritual, pero no uno que sea demasiado flexible. Porque ningún padre espiritual juiciooso se atreverá a desconsiderar los cánones de los Santos Padres. ¡Recuerda que Cristo y Sus Santos son los mismos, ayer, hoy y siempre! Luego, al confesarte, pídele a tu padre espiritual que te prescriba el canon más adecuado para ti, y empieza a cumplirlo inmediatamente, porque no sabes cuándo podría sorprenderte la muerte. Si tu confesor te ha dado permiso para comulgar, no te apresures, porque (la Comunión) es fuego que quema. Así, vuelve a examinarte la conciencia y, después, con gran temor y respeto, comulga.
Además, decía:
—La confesión frecuente debilita el poder de los demonios.
También afirmaba:
—Quienes se sometan a los pecados y a las pasiones del cuerpo, no podrán obtener el perdón que necesitan.
(Traducido de: Arhimandrit Ioanichie Bălan, Patericul românesc, Editura Mănăstirea Sihăstria, pp. 573-574)