Palabras de espiritualidad

Un inolvidable encuentro con el padre Efrén de Arizona

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

No hace falta leer enciclopedias o montañas de libros. Con estas dos pequeñas oraciones. cualquier cristiano puede alcanzar la salvación...”

Porque tuve la bendición de gozarme de su presencia llena de Gracia,, doy testimonio ante Dios y ante los fieles, de este “enviado Suyo” (Juan 1, 6). Ocurrió en el verano de 2014, cuando, hallándome de viaje por los Estados Unidos, una noche, sin planificar nada, me hallé ante las puertas del Monasterio de San Antonio, en Arizona. Sabía que el padre Efrén el Filoteíta no recibía a nadie que no anunciara su llegada con la debida anteicipación, así que esperaba una respuesta negativa por parte de la gente del monasterio. Sin embargo, no sólo fui recibido y aconsejado, sino que el mismo padre Efrén me acompañó en la vigilia nocturna, que fue seguida por la celebración de la Divina Liturgia.

Instándome a permanecer en el trono obispal para bendecir a toda la congregación, él se quedó en el asiento contiguo. Desde mi sitio pude ver que había había un asiento vacío junto al suyo. Entonces, le pedí su bendición para levantarme del trono episcopal y sentarme a su lado, y él aceptó, mientras su rostro se iluminaba con una sonrisa. Posteriormente, me dio una cuerda de oración, la cual me puso en la mano. Durante todos los oficios litúrgicos de aquella noche, sentado al lado del padre Efrén, experimenté una dulzura, un gozo gratífico que no podría expresar con palabras, una fragancia celestial que me acompañó durante mucho tiempo. Y, cada vez que practico la “Oración de Jesús”, utilizando la cuerda de oración que el padre Efrén me regaló, siento como si el cielo mismo me sonriera.

Al enterarme de su beata dormición, me entristecí al saber que había partido de entre nosotros un bello y generoso fruto de la tradición hesicasta y athonita representada por el anciano José el Asceta, recientemente canonizado por el Patriarcado Ecuménico, pero también me alegré, consciente de que hemos ganado, en el Reino de los Cielos, un poderoso intercesor que conoce las necesidades, tentaciones y sufrimientos de los cristianos de nuestros tiempos. De todas sus guías espirituales, editadas por sus discípulos, siento un especial afecto por esas en las que exhorta a sus hijos e hijas espirituales en tiempos de tribulación, animándolos a orar sin cesar. El padre Efrén hablaba del “reino del corazón”, el cual, para sosegarse y llenarse de paz, debe antes recibir a Cristo con todas Sus santas legiones, para alejar al maligno. ¿Y cómo se puede conseguir esto? Con la oración, especialmente con la “Oración del corazón”.

Para terminar, quisiera poner en sus corazones estas palabras del padre Efrén el Filoteíta, de feliz recordación: «Todo es secundario. Todo. Lo más importante es el Nombre de Cristo. Actualmente, es posible vencer solamente con el amor. Mi vida fue una de esfuerzo y dolor: me tocó vivir la más dura de las pobrezas cuando la invasión de los alemanes, hambruna durante la ocupación, y tentaciones y sufrimiento en el monasterio. Una lucha dura. Solamente el Nombre de Cristo y de la Madre de Dios pudieron darme las fuerzas necesarias para mantemerme en pie. El que no invoca diariamente los nombres de Cristo y de la Madre del Señor no es un cristiano verdadero. Los Santos Padres fueron iluminados por el Espíritu; así fue como nos legaron estas breves oraciones. Son pocas palabras: “Señor Jesucristo, ten piedad de nosotros” y “Santísima Madre de Dios, ten piedad de nosotros”. No hace falta leer enciclopedias o montañas de libros. Con estas dos pequeñas oraciones. cualquier cristiano puede alcanzar la salvación».