Un llamado al buen juicio del joven
Cuando el hombre acepta hacer lo que le dictan sus apetitos, les da permiso para que se enseñoren sobre él cual tiranos, sometiendo tanto su cuerpo como su alma, y arrastrando a ambos a la perdición.
Dichoso del joven que, desde el primer momento en que siente la acción de los apetitos obrando en su interior, entiende que no debe abandonarse a la voluntad de la tentación, sino que tiene que refrenarla con la ley de Dios y con su propia sabiduría. Cuando es refrenado desde sus primeras pretensiones, el apetito se somete con facilidad a la mente y sus caprichos desaparecen. Pasa a ser, entonces, como un prisionero atado con gruesas cadenas. Por el contrario, ejecutar lo que pretende el apetito es espolearlo y animarlo a que nos ataque aún más. Cuando el hombre acepta hacer lo que le dictan sus apetitos, les da permiso para que se enseñoren sobre él cual tiranos, sometiendo tanto su cuerpo como su alma, y arrastrando a ambos a la perdición.
(Traducido de: Sfântul Ignatie Briancianinov, Cuvinte către cei care vor să se mântuiască, traducere de Adrian si Xenia Tănăsescu-Vlas, Editura Sophia, Bucureşti, 2000, p. 46)