Un medicamento tónico para el alma: el recuerdo de la muerte
Los elegidos de Dios no le temen a nada más en este mundo, sino a la vanidad, misma que aparece cuando nos olvidamos de la muerte y cuando la Gracia Divina se aparta de nosotros.
Inmediatamente después ser instaurado como Patriarca de Alejandría, San Juan ordenó que le cavaran su tumba y la dejaran descubierta. Entonces, cada vez que había alguna festividad religiosa y se vestía con su bello atuendo de jerarca, todos veían entrar a la iglesia un monje, quien venía a recordarle que el sepulcro aún no estaba finalizado y a preguntarle cuándo había que terminarlo. ¡Cuántas veces se repitió esa misma escena, ante los demás sacerdotes oficiantes y toda la feligresía reunida en el lugar! Él mismo ordenaba que viniera alguien a recordarle que en algún momento habría de morir, para no envanecerse por la honra que le presentaban los demás ni cegarse con el fulgor de sus vestimentas de patriarca. Y es que los elegidos de Dios no le temen a nada más en este mundo, sino a la vanidad, misma que aparece cuando nos olvidamos de la muerte y cuando la Gracia Divina se aparta de nosotros.
(Traducido de: Sfântul Ioan Iacob de la Neamț - Hozevitul, Pentru cei cu sufletul nevoiaș ca mine... Opere complete, Editura Doxologia, Iași, 2010, p. 419)