Un médico de almas y de cuerpos que siempre encontraba la manera de ayudar a los demás
Si quería ayudar a alguien que padecía de alguna dolencia, golpeaba la zona afectada con la mano o incluso con su báculo, y la enfermedad desaparecía.
A veces, el stárets Ambrosio, para evitar la honra del mundo —y siguiendo el ejemplo de su antecesor, el stárets León—, se comportaba de forma extraña. Si quería predecirle algo a alguna persona, le hablaba con sorna, como si se tratara de algo gracioso, y quienes le escuchaban no podían sino echarse a reír. Si quería ayudar a alguien que padecía de alguna dolencia, golpeaba la zona afectada con la mano o incluso con su báculo, y la enfermedad desaparecía.
Por ejemplo, un día vino a buscarle un monje que sufría de un terrible dolor de dientes. El stárets se le acercó y le propinó una sonora bofetada en la boca. Después, le preguntó: “¿Está mejor?”, “Creo que sí, padre”, respondió el monje, sin importarle la risa de los demás, “pero el dolor todavía sigue ahí”, agregó. Sin embargo, cuando salió de la celda del stárets, notó cómo el dolor iba desapareciendo, hasta cesar definitivamente.
(Traducido de: Patericul de la Optina, traducere de Cristea Florentina, Editura Egumenița, Galați, 2012, p. 253)