Un modelo de fe digno de ser encomiado e imitado, según nuestras posibilidades
En esto consiste tener una fe firme. Pero nosotros estamos muy lejos de tener una fe así, y es nuestro deber reconocerlo.
Una forma de fe inamovible, con la cual ni siquiera el solo pensamiento de la muerte o la idea de morir podría estremecernos, fue la que tuvo San Constantino Brâncoveanu. Luego, hoy tenemos la oportunidad de meditar sobre el modelo de fe de este santo. San Constantino Brâncoveanu fue bautizado con ese nombre, honrando a San Constantino el Grande. Como sabemos bien, San Constantino llegó a un punto en el que tuvo que dar testimonio de su fe con su propia vida. Su fe era verdaderamente grande, una fe poderosa, y, habiéndose encontrado con nuestro Señor Jesucristo, se apartó de este mundo y sus cosas, y dijo: “prefiero morir con mi fe que negarla y seguir viviendo”.
Y fue entonces cuando se vio en una situación extrema —creo que inédita para este mundo— y, con todo, siguió firme en su fe. ¿Qué fue lo que sucedió? Que llevaron ante su presencia a sus cuatro hijos y los decapitaron frente a él. Después, lo martirizaron a él también. Cuando vio cómo sus hijos morían firmes en la fe, San Constantino no tuvo dudas y reafirmó su propia fe. Seguramente, otros tal vez habrían dicho: “si así están las cosas, mejor renunciemos a nuestra fe, vivamos nuestra vida, Dios sabe qué vendrá después, y ya El nos perdonará…”. Pero no fue eso lo que dijo. Soportó pacientemente que mataran a sus hijos y a su yerno en su presencia.
En esto consiste tener una fe firme. Pero nosotros estamos muy lejos de tener una fe así, y es nuestro deber reconocerlo. Esmerémonos, pues, en hacer lo que tenemos que hacer, cultivando nuestra fe, confiados en que cada vez podremos hacer mucho mas.
(Traducido de: Părintele Teofil Părăian, Lumini de gând, Editura Antim, 1997, pp. 300-301)