Palabras de espiritualidad

¡Un sólo suspiro del corazón tiene el mismo poder que horas enteras en oración!

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

Debemos orar, de corazón, por los demás. Un sólo suspiro del corazón tiene el mismo poder que horas enteras de oración, podría afirmar.

Apotegmas de San Paisos el Hagiorita

- Cuando lean, lean poco y lo poco que lean pónganlo en práctica. No leamos por leer: “leamos”, así como los bebés succionan del chupón, en vez del seno materno. No leamos sólo porque nos agrada hacerlo. Hay laicos que pasan horas enteras leyendo libros religiosos y, por el simple hecho de sentirse bien con ese tipo de lecturas, empiezan a creer que han alcanzado ya un nivel espiritual avanzado. Aprenden muchas cosas, hasta “instruyen” a los demás... Pero si se trata de dedicarse a la vida religiosa en algún monasterio, eso sí que no lo pueden hacer. En el mundo se consideraban buenos, porque leían mucho —sin practicar eso que leían— y se llenaban de los elogios de los demás. En el monasterio, en cambio, les toca ser los últimos y no hay nadie que los elogie. Tal es el espíritu de los occidentales. Leen y leen, formándose una altísima imagen de sí mismos. Cada uno se cree el más avanzado de los teólogos y, así, intentan interpretarlo todo.

- La vida monacal nos ayuda a observarnos a nosotros mismos. Cada hermano es como un espejo. Podemos ver sus virtudes (porque Dios ha dotado a cada uno de Sus hijos con alguna virtud), para intentar imitarlo. Podemos ver también sus defectos, para analizarnos a nosotros mismos y descubrir que tenemos esos defectos también, pero en una medida mayof; sólo así, humillándonos, podemos avanzar.

- El que es humilde olvida pronto el bien que ha hecho, mientras que recibe el más pequeño de los bienes como el más grande, con agradecimiento. No lo olvida nunca, se siente un desagradecido. Sí, existe tal clase de almas.

- El progreso espiritual puede determinarse cuando el monje no consigue recordar algo bueno que haya hecho. Le basta con sentirlo, porque todo lo olvida y dice, “no he hecho nada bueno”.

- Debemos orar de corazón por los demás. Un sólo suspiro del corazón tiene el mismo poder que horas enteras de oración, podría afirmar.

- Estemos atentos a lo que cantamos. Que nuestra mente se concentre sólo en ello. Cantemos con el corazón. Si lo hacemos así, estaremos actuando bien. Permanezcamos atentos mientras leemos y cantamos con devoción. Porque entonces la fuerza no estará en la voz, sino en el corazón.

- El servicio del monje es la oración. ¿Acaso nosotros, que somos pagados por Dios, vamos a descuidar nuestro trabajo, que es orar?

- La Iglesia es como una barca. Uno duerme, mientras otro está y otro enfrenta las olas. Pero todos avanzan juntos. Es suficiente con estar en la Iglesia. Por eso todos deben asistir a los oficios litúrgicos. ¡No se ausenten nunca!

- ¿Qué es el canon de penitencia? Una ocasión para pedirle perdón a Dios. Podría ser la última. Debemos ser cuidadosos en cumplirlo dignamente. Antiguamente el canon se hacía en la Iglesia. Luego se empezaron a construir las celdas, porque uno lloraba, otro suspiraba...

- Los monjes, careciendo de los problemas de los laicos, están tranquilos, cabecean y quieren dormir. Pero en nada nos ayuda el relajarnos. Debemos apretar, despacito, la tuerca. Eliminamos un poquito de sueño, un poquito de comida. Estos dos van juntos. Comer mucho nos invita a dormir, dormir mucho nos invita a comer más. Y la comida nos engorda. Y ese sobrepeso nos empuja a dormir, y el sueño nos espesa la mente.

- Las mujeres necesitan también un poco de hombría. Sin ésta, la mujer es débil.

- Si arrojas tu carga a otro, más pesada la sentirás. Si tomas la carga del otro, te sentirás más ligero.

- Me dijo un “loco por Cristo”, que al principio es difícil. Mientras haya un poco de egoísmo en tí, es duro. Después, viene la alegría.

- Al humilde todos lo aman. Al humilde no lo puedes olvidar.

- Cuando dos piedras duras se golpean, salen chispas. Mientras que, si una de las piedras es suave, no importa lo dura que sea la otra, que no saldrán chispas. Lo mismo pasa con las personas. El humilde es dócil, suave. Al primer golpe, cede, y no sufre ningún daño.

- Un monje, habiendo perdido la esperanza, dice, “Dios mío, soy indigno, ¿cómo puedo orar por el mundo?”. Y no hace ninguna oración, porque se siente indigno. Pero, posteriormente, se olvida de ello y comienza a orar por los demás; esa oración es mejor recibida que todas las oraciones del mundo.

- Antes, cuando alguien erraba, se avergonzaba. Actualmente, la vergüenza ya no existe. Ha aparecido el demonio de la insensatez, que nos marea y hace con nosotros lo que quiere. Por eso el hombre debe dejar que entre en él el desasosiego bueno.

- Lo último que adquirimos es el discernimiento. Es la corona de las virtudes. Es la corona que Dios da a los que han luchado hasta el final. Intentemos vivir de acuerdo a Sus mandamientos y Él nos dará lo que sea necesario para nuestra salvación.

- El amor no se cansa.

Traducido de: Din tradiția ascetică și isihastă a Sfântului Munte, 2011