Una boda exitosa debe tener los invitados adecuados
La boda no es ocasión para la vanidad, la embriaguez y la gula, los cánticos indecentes, las palabras vulgares y los bailes que despiertan toda clase de deseos...
Toda boda es una ocasión de alegría. Con todo, los cristianos no deben olvidar la dignidad a la que han sido llamados, para no ensuciar este Sacramento con algunas costumbres y diversiones paganas. La boda no es ocasión para la vanidad, la embriaguez y la gula, los cánticos indecentes, las palabras vulgares y los bailes que despiertan toda clase de deseos... Sin duda, todo esto no constituiría sino una vergüenza para los novios y quienes asisten a su enlace.
San Juan Crisóstomo criticaba severamente tales fiestas, que a veces conseguían escandalizar a los mismos paganos. Él no se oponía a las distracciones, admitiendo que las nupcias son motivo para comer bien, vestirse impecablemente, e invitar a personas importantes; sin embargo, lo principal en una boda debe ser la sensatez, la prudencia, la dignidad, la mesura, la discreción, la serenidad, el decoro y la modestia.
El invitado principal debe ser Cristo; después, nuestros parientes, vecinos y amigos.
En las bodas cristianas, la alegría natural del momento debe exteriorizarse con himnos, oraciones, salmos cantados y otros cánticos espirituales; con gestos de caridad hacia los pobres, con prudencia y sentido común. De esta forma, Cristo estará presente entre nosotros y bendecirá aquella reunión, y el lugar se transformará en una iglesia, porque se estará alabando al Soberano de todo y todos.
(Traducido de: Pr. Dr. Constantin Mihoc, Taina căsătoriei și familia creștină în învățăturile marilor Părinți ai Bisericii din sec IV, Editura Teofania, Sibiu, 2002, pp. 232-233)