Palabras de espiritualidad

Una buena posición social no es sinónimo de paz y felicidad

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

La pesadumbre se ha apoderado de ti por haberte desvivido tanto, buscando la felicidad en un camino falso, siempre atento a las miradas de los demás. Y deseas volver a tu antigua modestia, cuando el peso de las responsabilidades era mucho menor y las espinas de la envidia no eran tan afiladas.

«Parece que de tu carta brotaran lágrimas. Durante muchos años te esforzaste en alcanzar una buena posición social. Y creíste que, haciendo esto, obtendrías la felicidad en la vida. Lo mismo han creído y han hecho muchos de los que te rodean. Has bregado mucho, sí, te has esforzado mucho, has enfrentado un sinfín de cosas. En un momento dado, llegaste a creer que la felicidad —y no solo la felicidad, sino también la vida misma— recién empezaba para ti, justo después de haber conseguido cierto bienestar material. Pero ¿qué fue lo que pasó en realidad? Que nunca dejaste de verte como un ser infeliz, casi inexistente. Finalmente, obtuviste todo lo material que anhelabas. Por un breve tiempo te sentiste como renacido. Pero después vino la decepción. ¡Naturalmente, pues seguías tan lejos como antes de la verdadera felicidad! Solamente que antes creías que la felicidad existe en alguna parte, en las mejores posiciones de la sociedad, pero después terminaste perdiendo hasta esa fe. Y eso que en algún momento te engrandeciste tanto, que llegaste a sentir que estabas entre las nubes, si no en las estrellas. Hoy, la pesadumbre se ha apoderado de ti por haberte desvivido tanto, buscando la felicidad en un camino falso, siempre atento a las miradas de los demás. Y deseas volver a tu antigua modestia, cuando el peso de las responsabilidades era mucho menor y las espinas de la envidia eran menos afiladas.  Por eso, creo que el siguiente relato te será de provecho:

Historia del dinero falso con apariencia de oro.

En un gran parque se organizó una fiesta popular. Pero a todas las personas se les pedía que pagaran una cierta suma para poder entrar. Pronto una gran multitud se juntó frente a las puertas del parque, pero no todos tenían el dinero suficiente para comprar un boleto. Entonces, un hombre rico que pasaba por el lugar quiso poner a prueba las pasiones humanas y, tomando un puñado de monedas, las arrojó a donde estaba aquel grupo de personas. Eran monedas de oro falsas, sin valor alguno. Solo una era de plata auténtica. ¿Qué pasó? Que la gente se abalanzó sobre ellas, gritando, golpeándose, tirándose del cabello…  En cuestión de minutos no quedaba una sola moneda de “oro”. Sin embargo, nadie quiso llevarse la moneda de plata. Seguramente, cada uno pensó: “El oro es más valioso que la plata”. Los que lograron hacerse con una moneda de oro falso, la apretaban fuertemente en su mano, con el rostro radiante de felicidad. Pero ¡oh sorpresa!, aquel regocijo les duró muy poco. Cuando intentaron pagar el boleto de entrada al parque con esas monedas falsas, todos fueron aprehendidos por la policía. Hubo un solo individuo que tuvo el suficiente buen juicio para arrojar la moneda de “oro”, al ver lo que pasaba con los demás, y correr a recoger aquella solitaria moneda de plata. Con ese dinero compró su boleto y, jubiloso, entró a la celebración popular que estaba por empezar.

Interpretación

La fiesta es el Reino de los Cielos; dicho de otra manera, la felicidad eterna. Las monedas falsas son los apetitos carnales y los engaños terrenales, que alejan al hombre del reino de la verdadera felicidad, para arrojarlo al reino del tormento y la oscuridad. La moneda de plata pura es la bondad interior y la verdad espiritual del justo. Las personas que se abalanzaron sobre las resplandecientes monedas falsas son los pecadores. Y el individuo que arrojó a la basura la moneda falsa y recogió la de plata verdadera es el pecador contrito».

(Traducido de: Episcopul Nicolae VelimiroviciRăspunsuri la întrebări ale lumii de astăzi, Editura Sophia, București, 2002,  pp. 161-163)