Leamos las oraciones de contrición, los versículos y los cánones dispuestos para los oficios de las vísperas, las completas y los maitines de cada día, especialmente los de la Gran Cuaresma, poniendo atención a la forma en que los autores de estos divinos oficios suspiran por la multitud de sus pecados y los de la humanidad entera, suspiros que nacen del corazón del hombre y su naturaleza pecadora. Leamos, y aprenderemos la incesante auto-condenación y el arrepentimiento sincero ante Dios, con lágrimas que brotan desde nuestro interior, desde el corazón. Muchos santos se opusieron tan fuertemente a las inclinaciones del cuerpo, que hasta llegaron a pedir que, al morir, sus cuerpos fueran arrojados al mar. Otro ejemplo de esto es el de San Ignacio el Teóforo, quien deseaba con fuerza que su cuerpo fuera cortado en trozos y arrojado a los leones, para convertirse así en un pan puro para Dios.

(Traducido de: Sfântul Ioan de Kronștadt, Liturghia – cerul pe pământ, Editura Deisis, 2002, p. 129)