Palabras de espiritualidad

Una exhortación de S.A.E. Teófano para los jóvenes

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

Es bueno luchar para conservar este triple diamante: la libertad, el entusiasmo y la alegría. Hay jóvenes que consiguen llegar a la edad madura sin haber perdido estos tres valores.

«¿Cómo puede definirse lo que es la juventud? Sin duda alguna, de muchas y distintas maneras, con un sinfín de ejemplos, pero cuando ves a un joven libre, entusiasta y lleno de alegría, sientes que te hallas frente a un hombre libre. Es bueno luchar para conservar este triple diamante: la libertad, el entusiasmo y la alegría, y hay jóvenes que consiguen llegar a la edad madura sin haber perdido estos tres valores. Pero también hay otros que los pierden rápidamente, por distintas razones de carácter personal, familiar o social… Y pierden su libertad, porque se vuelven dependientes del internet, del desenfreno, o de la bebida. Todos esos lazos de sometimiento hacen que el joven deje de ser libre. Y pierde el entusiasmo, porque se conforma y cae en la rutina, en la costumbre; se aburre y el fuego de su corazón se extingue. En pocas palabras, pierde ese rasgo característico de la juventud llamado entusiasmo. Y puede llegar a perder la alegría también, porque muchas cosas se van acumulando en su vida, y en la de quienes le rodean. Paulatinamente al principio, sin darse cuenta, una sombra de tristeza penetra en su corazón y lo lleva a perder el entusiasmo inicial. Ante dicho joven se presentan dos perspectivas: o se conforma con su estado actual, sin liberad, sin entusiasmo y sin alegría, o espabila y dice: “¡No puedo seguir así! Sé bien lo que fui, sé bien lo que había en mi corazón, sé cómo se siente ser libre, lleno de vitalidad y alegría. No acepto esto a lo que he llegado, porque sé bien lo que tenía antes”. Y así es como se reanima y espabila, como dice aquel pasaje evangélico de un joven sumido en la misma situación; así es como emprende nuevamente la lucha y, poco a poco, reupera todo lo que tenía, y a veces llega a ser aún más libre, más optimista y más feliz de lo que era anteriormente. Pero ahora tiene algo más: valora con más fuerza lo que tenía y perdió.

Alguno dirá: “¡Es difícil! Una vez perdido todo eso, Dios no me perdonará más. Ya no puedo hacer nada, los demás me rechazan…”. Pero solamente aquel que ha caído en una desesperanza total es incapaz de recuperar todo lo que tenía. En el Paterikón encontramos el relato de un joven que alguna vez había sido puro, bueno y santo, pero, por distintas circunstancias, llegó a caer en lo más bajo del pecado, la desesperación y toda clase de dependencias. Pero no se sentía satisfecho con ese estado en el que había caído. Así, un día fue y le preguntó a un anciano: “Padre ¿es posible que aún haya alguna salida para mi situación, de manera que pueda volver a ser lo que antes fui?”. “Claro que sí, hijo”. “¿Y cuánto tiempo necesito para volver a mi estado anterior? ¿Son suficientes tres años?”. Y el anciano le respondió: “Eso es demasiado tiempo”. “¿Tres meses, entonces?”. “Todavía es mucho tiempo”. “¿Cuánto, entonces?”. “Tres días. Eso es lo que necesitas. Si mantienes tu mente dirigida a Dios, en tres días puedes recobrar todo lo perdido por causa del pecado, la desidia o por la presión de los demás…”. Tres días, dice el abbá Pimeno, son suficientes para que el hombre recupere lo que tenía. ¡Que Dios los ayude a mantener la belleza de la juventud, cada vez en mayor medida y profundidad! Y si la pierden, en parte o por completo, ¡jamás pierdan la esperanza, sabiendo que todos tenemos la posibilidad —porque Dios es muy grande— de recuperar todo lo perdido, y aún más!».  

(Fragmento de la homilía pronunciada por Su Alta Eminencia Teófano, el 25 de agosto de 2021, en la XII edición del Campamento para jóvenes “Nemțișor”)