Una explicación al tema de la obediencia en el hogar
Cediendo, no sólo evitamos mayores problemas, sino que también nos aseguramos la continuidad del progreso espiritual.
Cierto día, una pareja de jóvenes que recién se habían comprometido, hijos espirituales del stárets, vinieron a visitarle para pedirle consejo en un asunto que les causaba discordia: ¿Quién obedece a quién en el matrimonio? El muchacho insistía en que la mujer debe obedecer totalmente al esposo, en tanto que la chica rechazaba completamente esa idea.
Después de escucharlos atentamente, el stárets se dirigió a la muchacha y le dijo:
—Escucha, hija. En el matrimonio es normal que existan puntos de vista diferentes. Esto es algo natural y lógico. Si cortáramos a una persona en dos partes, estas jamás encajarían otra vez. ¡Ahora imagínate cuando se trata de dos personas...! Cuando entre los esposos hay opiniones distintas sobre cómo resolver determinado problema y cada uno insiste en hacer lo que propone, obviamente se terminará produciendo una ruptura. En consecuencia, uno de los dos debe ceder. Ahora te diré por qué lo más provechoso para ti es que seas tú quien ceda: si el punto de vista de tu esposo es correcto, el resultado será bueno para toda la familia. Y si no lo es, el resultado tampoco será útil y él tendrá que reconocer: “¿Por qué insistí tanto y no permití que se hiciera lo que decía mi esposa?”. Si esto se repite dos o tres veces, sin insistir tú y sin crear confusión, jamás se volverá a empecinar en hacer su voluntad. Entonces, lo más provechoso para ti es que en ambos casos cedas tú.
De esta manera, el stárets ató el rumbo de las responsabilidades y las iniciativas familiares al marido, cuidándolo, al mismo tiempo, de caer en el egoísmo: “¡En esta casa yo soy el hombre y se hace lo que yo digo!”.
El carnero es el que conduce a la manada. Vemos, así, que existe armonía entre las leyes naturales y las de Dios, que le otorgan esa primacía al varón: “Adán fue creado primero; Eva, después”. A las esposas, el stárets les recomendaba:
—No puedes someter los juicios domésticos al escrutinio de todos tus parientes o amigos, hurgando en lo que dice tu esposo, aunque no estés de acuerdo con ello. Manifiéstale a él tu opinión, pero dejándole asumir la responsabilidad (de decidir).
Queriendo demostrar y recomendar los beneficios de ceder, tanto entre esposos como entre padres e hijos, decía:
—¿Por qué los vehículos tienen neumáticos de caucho con una cámara de aire en su interior? Para que estos puedan ceder, adaptándose y amoldándose a las irregularidades del camino, con tal de avanzar sin problemas. Si los neumáticos fueran macizos y rígidos, los vehículos no podrían avanzar. Luego de un breve trecho terminarían estropéandose, debido a las sacudidas y golpes producidos por las irregularidades del terreno. Lo mismo pasa con el simple acto de ceder en las situaciones familiares. Cediendo, no sólo evitamos mayores problemas, sino que también nos aseguramos la continuidad del progreso espiritual.
(Traducido de: Pr. Epifanie I. Teodoropulos, Crâmpeie de viaţă, Editura Evanghelismos, Bucureşti, 2003, p. 131-132)