Una explicación a la existencia del sufrimiento y la injusticia
“¿Quién ensombrece Tu designio con palabras insensatas? He hablado sin cordura de maravillas que no alcanzo ni comprendo”.
Si nos quedáramos solamente en nuestro propio sufrimiento, esquivaríamos el dolor: el dolor puede ser una escuela de egoísmo. El contacto con el sufrimiento no ennoblece, si este se convierte en motivo para la autocompasión, la autoindulgencia, el egocentrismo o el culto al “yo” de las pasiones; primero tenemos que aprender a sufrir mucho más: no es solamente el proyecto de cualquier psicoanálisis, sino el modo en el que el cristiano ataca el problema de la vida, his own approach, su llave francesa, su inconformista espectro de la vida hedonista.
¿Por qué sufrimos? ¿Por qué existe la injusticia? ¿Por qué las cosas no son como deberían ser? ¿Por qué soy, Señor, tan vil, y los demás tan indiferentes? ¿Por qué debemos hacer frente a la enfermedad y por qué debemos morir? ¿Por qué ganan los malos y los buenos son castigados? ¿Por qué el maligno se burla tanto de nosotros?
La Biblia resuelve todas estas lógicas, sapientísimas, modestas y justas preguntas que solemos lanzar, con un acto de autoridad y una respuesta sin derecho a réplica. La sentencia es inmediata, la deliberación duró poco. Tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento se nos habla de forma sumaria, sin ambages, sin florituras, directamente.
Pablo (Romanos 9, 20-23) lo resume así: “En todo caso, ¿quién eres tú, pobre hombre, para pedir cuentas a Dios? ¿Acaso dice el vaso al alfarero: Por qué me hiciste así? ¿O es que el alfarero no tiene poder sobre el barro para hacer de una misma masa un vaso de lujo y otro corriente? ¿Qué tienes tú que decir en contra, si Dios, queriendo manifestar Su indignación y dar a conocer Su poder, soportó con gran paciencia a los que estaban preparados para la destrucción; y obró así para dar a conocer la riqueza de Su generosidad con los que eran objeto de su amor, los que El predispuso para gloria?”.
Voila ce qui s'appelle parler (esto es lo que se llama hablar)! Breve y conciso. Good old strong language (el viejo lenguaje, bueno y fuerte). Por eso fue que Lutero, Calvino y los jansenistas cryeron que podían regocijarse. ¡Así son las cosas! Sin mayores rodeos. Si te gusta.
En el Libro de Job, Eliú, hijo de Baraquel de Buz, pone fin a los largos lamentos de Job y a las agudas discusiones de sus amigos, con el mismo estilo militar:
Cap. 33, 12-13: “Pues bien, respondo, en esto no tienes razón, porque Dios es más grande que el hombre. ¿Por qué te querellas tú con Él porque no responda a todas tus palabras?”.
Cap. 35, 4-7: “Yo te daré respuesta, y contigo a tus amigos. ¡Mira a los cielos y ve, observa cómo las nubes son mas altas que tú! Si pecas, ¿qué le causas?, si se multiplican tus ofensas, ¿qué le haces? ¿Qué le das, si eres justo, o qué recibe Él de tu mano?”.
Cap. 36, 22-23: “Mira, Dios es sublime por Su fuerza, ¿quién es maestro como Él? ¿Quién le señaló el camino a seguir? ¿Quién le diría: Has hecho mal?”.
Cap. 37, 23-24: “¡El todopoderoso! No lo podemos alcanzar; inmenso por Su fuerza y rectitud, maestro de justicia, a nadie oprime. Por eso tienen que temerle los hombres, y Él no mira a quien se cree sabio”.
Y, después de hablar Eliú, Job alcanza la única conclusión posible, clamando al Señor:
Cap. 42, 3: “¿Quién ensombrece Tu designio con palabras insensatas? He hablado sin cordura de maravillas que no alcanzo ni comprendo”.
A la mayoría de personas les gusta leer los primeros treinta y un capítulos del libro de Job, sobre la disputa de la criatura con el Creador, con una sucesión de confusiones y protestas formuladas por la lógica y el sentido de justicia, en el diván del conflicto del hombre con Dios. Sin embargo, el final del libro suele evitarse. Pero ahí está la clave, la cifra que resuelve todo.
Esa clave, al ser traducida, es clara y simple: no podemos entenderlo. Estamos rodeados de misterios. Lo único que nos queda es hacernos humildes y obedientes. Nos queda únicamente repetir la oración: “Ten piedad de nosotros, Señor, ten piedad de nosotros, porque, incapaces de dar respuesta alguna, te presentamos esta oración como a nuestro Soberano, nosotros, que somos Tus siervos. ¡Ten piedad de nosotros!”. Incapaces de dar respuesta alguna.
¿Por qué sufrimos y por qué existe la injusticia? Entre otras razones, porque la vida también es una aventura. Es la Aventura.
Chesterton: Aventura no es subirte a un yate elegantísimo y salir a atravesar el mundo. Aventura (y romanticismo) es dar frutos con tu vida, ahí donde te tocó nacer y en las condiciones dadas. Esto es todo lo que se puede relacionar más con el peligro, lo imprevisto y el Misterio.
(Tal como el milagro más grande es que haya leyes permanentes y que el universo se gobierne por ellas, aunque los milagros sean la excepción a esto.)
(Traducido de: Nicolae Steinhardt, Jurnalul fericirii, Editura Mănăstirii Rohia, Rohia, 2005, pp. 237-238)