Una fragancia agradable…
En el corazón se despierta con un suspiro la oración más auténtica, semejante a la fragancia encendida por el fuego, y se eleva al Padre Celestial, obteniendo de Él don y misericordia.
Cuando el fuego se acerca mucho al incienso o a cualquier otro polvo aromático, encendiéndolo, inmediatamente se forma un hilo de humo, emanando una agradable fragancia.
Lo mismo ocurre cuando la Gracia del Espíritu Santo “toca” el corazón del hombre. En ese momento, en el corazón se despierta con un suspiro la oración más auténtica, semejante a la fragancia encendida por el fuego, y se eleva al Padre Celestial, obteniendo de Él don y misericordia.
Esto nos enseña a pedirle a Dios el Espíritu Santo, para que Él despierte la verdadera oración en nuestros corazones: “Un espíritu de hijos adoptivos que nos hace exclamar: ¡Abbá, Padre!” (Romanos 8, 15).
(Traducido de: Sfântul Tihon din Zadonsk, Dumnezeu în împrejurările vieţii de zi cu zi, traducere de Olga Bersan, Editura Sophia, Bucureşti, 2011, p. 160)