¿Una guerra entre padres e hijos?
Los jóvenes no tienen la experiencia y la madurez de sus padres. Por eso es que los padres son los primeros responsables de la comunicación con sus hijos.
Hay que reconocerlo: la forma de pensar y sentir de los jóvenes es distinta a la de sus padres. Habiendo una diferencia de 20, 30 o hasta 40 años entre ambas generaciones, bien puede decirse que existe un abismo entre ellas. El entendimiento y la comunicación entre padres e hijos resulta, así, casi imposiblle. Los padres dicen una cosa, y los hijos entienden otra. Y aquí es donde se origina un sinfín de conflictos. Los tiempos cambian con la mareante velocidad con que se desarrollan las artes y la ciencia. Alguna vez, las generaciones se medían cada treinta, cincuenta o hasta cien años. Actualmente, las gneraciones cambian casi cada década. Las diferencias de edad, de psicología y de tecnología suelen provocar conflictos y desarmonía en el seno de la familia. Puede que esto sea algo inevitable. El problema que se plantea, sin embargo, es que las diferencias entre generaciones no lleven a conflictos con dimensiones astronómicas. Es decir, que los padres y los hijos no se dividan en dos bandos distintos...
Debido a que cada día soy llamado a resolver esta clase de problemas, he observado que la mayoría de las veces los hijos tienen la razón. Esto, a pesar de que los padres son —se supone— más maduros, más sabios, más calculados y quienes deberían entender primero a los jóvenes, para que estos puedan entenderlos a ellos. Los jóvenes no tienen la experiencia y la madurez de sus padres. Por eso, los padres son los primeros responsables de la comunicación con sus hijos. En general, cada día constato que, cuando los padres son correctos, realistas y realmente comprensivos y amorosos, terminan ganándose a sus hijos. Porque los jóvenes son sinceros. Y quieren, por ejemplo, comunicación y amor. Si tienen esto, es fácil llegar a sus almas. (Muchas veces, los jóvenes se vuelven los “padres celestiales” de sus propios progenitores. ¡Esto es algo simplemente estupendo!)
(Traducido de: Pr. Timotei Kilifis, Tinereţe curată, tinereţe frumoasă, Editura Egumeniţa, Galaţi, 2007, pp. 35-36)