Una verdadera vida de provecho
¡No permitas, Señor, que permanezcamos indiferentes ante este llamado de la Santa Iglesia! ¡Ayúdanos, Señor, a alzarnos al camino del arrepentimiento y del renacimiento espiritual! Amén.
“No hay nada que le guste más a Dios”, dice San Juan Crisóstomo, “que una vida de provecho para todos. Precisamente por eso fue que nos otorgó también el don de la palabra, las manos, la fuerza física, la mente y el entendimiento: para que utilicemos todo esto para nuestra salvación y beneficio de nuestro semejante”.
¿Pero cómo dirigir nuestros esfuerzos en beneficio de nuestros semejantes? Teniendo conciencia del hecho que hacemos el bien no para obtener el elogio de los demás, sino porque nuestro semejante es el hermano menor de Cristo (Marcos. 9, 41). Esto significa que debemos hacer todos nuestros actos de caridad en el nombre de Cristo, por pequeños que sean. Por ejemplo, cuando damos una moneda a quien nos lo pide en el nombre de Cristo, debemos recordar que se lo estamos dando a Cristo mismo y, como dice el sabio, le estamos prestando a Dios (Proverbios 19, 17). Luego, amados míos en Cristo, ayudemos a nuestros semejantes con todo el corazón, considerando perdido el día en el que no hemos ayudado a nadie, sea con nuestras palabras, sea sufriendo sus penas y aflicciones, sea pidiéndole a Dios por sus necesidades.
Demostremos nuestra compasión en el nombre de Cristo, para la gloria del Padre Celestial, Quien es Misericordioso (Lucas 6, 36) incluso con esos que ofrecen tan sólo un poco de agua (Marcos 9, 41). No nos olvidemos nunca de nuestra propia muerte y del Juicio de Dios, para no pecar. Purificándonos por medio de la contrición, unámonos a Cristo por medio del Sacramento de la Eucaristía.
¡No permitas, Señor, que permanezcamos indiferentes ante este llamado de la Santa Iglesia! ¡Ayúdanos, Señor, a alzarnos al camino del arrepentimiento y del renacimiento espiritual! Amén.
(Traducido de: Sfântul Luca al Crimeei, La portile Postului Mare. Predici la Triod, Editura Sophia)