Unirnos a Dios en el amor
El amor divino es infinito, y nosotros vivimos de forma limitada, sometidos no solamente a otros seres vivos, sino también a cosas muertas, sin vida, que no tienen ningún valor.
Debemos someter nuestros corazones a alguien. Pero, si los sometemos a alguien de este mundo, podríamos salir perjudicados. Todos buscamos el amor eterno e inmutable, la paz infinita... ¿quién nos puede dar todo eso? Ni nuestra madre, ni nuestro padre, ni nuestro hermano, ni nuestra hermana, quienes podrían incluso abandonarnos, despreciarnos y rechazarnos. ¿Por qué? Porque todos estamos sometidos al tiempo y al espacio, todos libramos una misma lucha contra las fuerzas invisibles que sin cesar intentan ensuciar nuestros pensamientos. Así pues, todos aquellos a los que sometamos nuestros corazones pueden abandonarnos o herirnos en algún momento dado. Los espíritus impuros entrometen toda clase de pensamientos en nuestro amor puro, divino, buscando la forma de someternos. El amor divino es infinito, y nosotros vivimos de forma limitada, sometidos no solamente a otros seres vivos, sino también a cosas muertas, sin vida, que no tienen ningún valor. Nuestro corazón está sometido a cosas terrenales, y si alguien nos las arrebata, sufre. Necesitamos unirnos, con el amor, solamente a Dios. Primero a Dios, y después a nuestros parientes y a nuestros semejantes.
(Traducido de: Starețul Tadei de la Mănăstirea Vitovnița, Cum îți sunt gândurile așa îți este și viața, Editura Predania, București, 2010, p. 90)