Palabras de espiritualidad

“Ven, Señor, a mi dolor”

  • Foto: Bogdan Bulgariu

    Foto: Bogdan Bulgariu

Translation and adaptation:

Es un tiempo de paciencia, un tiempo de sanación para nuestra alma y sus fuerzas que se han enfermado por causa del pecado. Los Santos Padres dicen que la paciencia todo lo sana.

El corazón del hombre es el laboratorio en el cual las energías creadas, bajo la fuerza y con la acción de la Gracia, son transformadas en energías divino-humanas. Pero no lo entendemos: ¿cuáles son esas energías creadas? Todo lo que “se mueve” en mí, todo lo que siento, pienso, digo y hago. Pero, la “carne” de esta transformación es el sentimiento, la sensibilidad.

Cualquier cosa que vivamos puede ser vista desde dos perspectivas: pensamiento y sentimiento. Si me ocupo solamente de lo que pienso, me quedo en el infierno. Los pensamientos me arrojan siempre al infierno y me alimentan ese sentimiento que más tarde habrá de gobernar mi mente. Los Padres nos enseñan a renunciar a los pensamientos, con el auxilio de la oración, y a ofrecerle al Señor el sentimiento para que lo sane. Renuncio a los pensamientos y acepto lo que siento; lo soporto, lo vivo y se lo ofrezco al otro. Lo llamo a él para que lo sane.

Supongamos que me he enfermado y que me duele algo. Acepto ese dolor, lo bendigo y oro, es decir que se lo ofrezco a Dios. Pero, no digamos: “Señor, líbrame lo antes posible, porque no puedo pensar con este dolor de cabeza”. No. Digamos: “Señor, ven a mi dolor, ayúdame a vivirlo, a entender su mensaje”. ¿Qué me quiere decir este dolor? ¿Cuál es su propósito? El objetivo del dolor es anunciar el “fuero superior”, identificar la causa y sanarla.

En nuestro organismo hay sustancias que sanan o nos ayudan a dejar de sentir dolor. Pero, ya que decimos: “¡Ah, no puede ser, otra vez me duele la cabeza!”, en vez del “camino a la sanación”, activamos el “camino” de la revuelta, del temor, del estrés, y la enfermedad se agrava. Aceptar el dolor, soportarlo en la Gracia, es el camino a la sanación, aunque utilicemos también los remedios terrenales que también nos da Dios. Pero, necesitamos de ese tiempo en el que aceptamos el dolor, se lo ofrecemos al Señor, se lo presentamos y recibimos salud. Es un tiempo de paciencia, un tiempo de sanación para nuestra alma y sus fuerzas que se han enfermado por causa del pecado. Los Santos Padres dicen que la paciencia todo lo sana. Y el Señor nos dice. “Quien sea paciente hasta el final, ese se salvará”, es decir que quedará libre.

(Traducido de: Monahia Siluana Vlad, Doamne, unde-i rana?, Editura Doxologia, Iași, 2017, pp. 53-54)