Venciendo el estrés con la ayuda de la Gracia
Abordemos todo con amor, bondad, mansedumbre, paciencia y humildad. ¡Seamos firmes como rocas! Que todo se pulverice contra nosotros y, como las olas, se vuelva al mar. Lo importante es mantenernos en calma.
El estrés es una enfermedad del alma que no depende exclusivamente de las carencias materiales. Se le combate confiando en la Providencia de Dios y librando la buena lucha.
Todo lo demás que, por desagradable, se incrusta en el alma y provoca estrés, puede convertirse en un pretexto para adorar a Dios y así evitar que esa presión siga sofocándonos. ¡Confiemos en Dios! ¿No dice el Apóstol Pablo: “Atribulados en todo, mas no aplastados”?
Abordemos todo con amor, bondad, mansedumbre, paciencia y humildad. ¡Seamos firmes como rocas! Que todo se pulverice contra nosotros y, como las olas, se vuelva al mar. Lo importante es mantenernos en calma. Alguien dirá: ¿realmente es posible alcanzar ese estado de paz? Sí, con la Gracia de Dios todo es posible. Mas, si lo vemos desde nuestras humanas capacidades, no, no es posible.
Aunque nos acusen injusamente, no respondamos ni nos enojemos; soportemos todo con paciencia y callemos, prefiriendo que sea Dios quien les hable a los demás de nosotros. Todo esto será para nuestro bien y no para convertirnos en nuestros propios abogados.
Cristo quiere que nos unamos a Él y espera afuera, a las puertas de nuestra alma. ¡Sólo la Gracia divina puede ayudarnos a cambiar! Nosotros no podemos hacer nada por nosotros mismos... Y la Gracia nos dará todo, pero antes debemos derrotar nuestro egoísmo y amor propio, hacernos humildes y entregarnos a Cristo. Sólo así todo lo que nos es contrario se irá, tanto en lo físico como en lo espiritual.
(Traducido de: Monahul Patapios Kavsokalivitul, Sfântul Cuvios Porfirie Kavsokalivitul – Sfințenia în secolul al XXI-lea, Editura Doxologia, Iași, 2015, pp. 56-57)