Los más grandes ricos del mundo, los “mejores” de ellos, son, curiosamente, esos que no poseen ninguna riqueza material. Y, ya que son muy pobres de cosas materiales, también lo son de cualquier pasión espiritual. No poseen nada que no les sea de provecho, ni en su interior, ni en lo exterior, porque lo único que tienen es a Dios. Por eso es que se llenan de regocijo al llevar una vida paradisíaca ya desde este mundo, porque ahí donde está Dios, ahí es el Paraíso.

Y ahí donde no hay ninguna clase de consuelo humano, ahí es Dios quien reina. Entonces ese gozo rebosa también hacia afuera, porque es muy abundante y no cabe más en el corazón.

(Traducido de: Cuviosul Paisie Aghioritul, Epistole, Editura Evanghelismos, București, 2005, p. 192)