Volvamos a la casa del Padre
Que cada uno se pregunte qué es: mendigo, sirviente o hijo.
Nuestro misericordioso Dios recibe con amor a todos los que vienen a Él. Algunos, como mendigos, se detienen en el portal de Su casa, afanados en llenar su cesto sólo con Sus migajas, y Él no les deja partir con las manos vacías. Otros se contentan con servirle: viven en Su casa, buscan la forma de hacer Su voluntad, entran en relación con Él, pero, cuando terminan con sus deberes, evitan quedarse a descansar en Su casa, sino que vuelven a las suyas.
Finalmente, están los hijos de Dios: estos viven a Su lado, se mantienen en Su presencia y habitan en Su casa, sabiendo que se hallan en Su corazón. Y Él le dice a cada uno: “Hijo Mío, tú estás siempre conmigo, y lo Mío es también Tuyo”.
Que cada uno se pregunte qué es: mendigo, sirviente o hijo. Dios nos llama a todos a Él cual hijos Suyos. Nos ofrece Su morada, nos da paz bajo Su protección. Apurémonos, pues, en cobijarnos en este refugio de esperanza, cuidándonos del desagradable olor de las tentaciones, del azote de las dudas, del pecado, de los embaucamientos. Permaneciendo en Él, encontraremos la paz y la serenidad que necesitan nuestras almas.
(Traducido de: Fiecare zi, un dar al lui Dumnezeu: 366 cuvinte de folos pentru toate zilele anului, Editura Sophia, p.104)