Volver a casa
No importa hasta dónde llegue el hombre, que siempre terminará volviendo a casa.
No importa hasta dónde llegue el hombre, que siempre terminará volviendo a casa.
Lo mismo ocurre con el cristiano: no importa quién sea, si ilustre o desconocido, rico o pobre, culto o ignorante... No importa qué lugar ocupe en la sociedad ni lo que haga, porque siempre debe recordar que no está en su casa, sino de viaje, en camino, y que debe volver a su hogar, a su padre, a su madre, a sus hermanos y hermanas mayores.
Y esa casa es el Cielo. Su padre es Dios, su madre, la Santísima Madre del Señor, sus hermanos y hermanas mayores, los ángeles y los santos de Dios. Debe, igualmente, recordar que su verdadera obligación es la salvación de su alma, cumplir con los mandamientos divinos y purificar su corazón.
(Traducido de: Sfântul Ioan de Kronstadt, Viaţa mea în Hristos, Editura Oastea Domnului, Sibiu, 1995, p. 114)