Inconsolable en su lamento y sediento solamente de la eternidad de Dios, el hombre vuelve con todo su ser al Dios Vivo, y desde lo profundo de su corazón clama a Aquel que «tiene el poder sobre la vida y la muerte, hace bajar a las puertas del abismo y hacea subir de allí» (cf. Sabiduría 16, 13). Este es un punto de inflexión en nuestra vida, porque ahora el Dios-Salvador empieza su labor de restauración del hombre.

Cuando el hombre cae en pecado, su mente se dirige a las cosas exteriores, disipándose en lo que es efímero. Sin embargo, cuando el hombre vuelve en sí, consciente de estar perdido y buscando la salvación, su mente se dirige a las cosas interiores, intentando encontrar el camino de regreso al corazón. Finalmente, cuando todo el ser se reúne en la unidad de la mente con el corazón, tiene lugar un tercer movimiento, por el cual el hombre vuelve con todo su ser a Dios-Padre. Y solamente quien realiza ese tercer movimiento puede llegar a la perfección.

(Traducido de: Arhimandritul Zaharia Zaharou, Omul cel tainic al inimii, Editura Basilica, București, p. 15)