Volver a lo que somos
Volviendo a nuestra esencia, por medio de la contrición y la confesión, sanamos, tal como dicen los Santos Padres, de dos pecados muy graves: la desesperanza (la desesperanza por los pecados de la juventud aparece en la vejez) y la envidia “fraterna”.
El hombre que no vuelve a la fe no puede reencontrar su esencia. El hombre que no vuelve a lo que es suyo, a su pueblo, a su nación, no puede reencontrar su esencia. Todos sabemos que la esencia de nuestra nacionalidad se formó cuando el Evangelio fue predicado en esta región, razón por la cual somos tanto rumanos como cristianos. La naturaleza del rumano es pacífica, noble. Y esa nobleza se manifiesta con la humanidad que demostramos. La humanidad y la lealtad son dos medios, dos coordenadas morales, que nos ayudan a volver a nuestra esencia. Y, volviendo a nuestra esencia, por medio de la contrición y la confesión, sanamos, tal como dicen los Santos Padres, de dos pecados muy graves: la desesperanza (la desesperanza por los pecados de la juventud aparece en la vejez) y la envidia “fraterna”. Este segundo pecado se sana por medio del amor: “Si no tengo amor, no soy nada” (1 Corintios 13, 2), dice el Santo Apóstol Pablo. Todos fuimos creados desde el amor de Dios y el de nuestros padres terrenales.
(Traducido de: Casian, Episcopul Dunării de Jos, Scara Căinței, Ed. Episcopiei Dunării de Jos, Galați 2003, p. 34)