Palabras de espiritualidad

“Y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos...”

  • Foto: Ioana Stoian

    Foto: Ioana Stoian

Así como Dios perdona sin dobleces, lo mismo hace aquel que perdona a sus semejantes, soslayando las ofensas sufridas.

«El que perdona a sus semejantes se muestra ante Dios como un ejemplo de virtudes —si se nos permite decirlo así—, pidiéndole a Aquel que no puede ser imitado, que le imite a él, diciendo: “... y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores”.

Le pide, así, a Dios, que actúe con él de la misma forma en que él ha actuado con sus semejantes. Luego, habiendo perdonado las ofensas que le han provocado los demás, quiere que Dios le perdone también las suyas. De esta forma, así como Dios perdona sin dobleces, lo mismo hace aquel que perdona a sus semejantes, soslayando las ofensas sufridas.

Él (aquel que perdona a sus semejantes) no permite que ningún recuerdo del enfado sufrido se grabe en su mente, para no devorar a su propia naturaleza siguiendo los dictados de su mente, apartándose de alguno de sus semejantes, ya que él también es hombre. Uniéndose así la inclinación de la voluntad con la razón de su naturaleza, se materializa la reconciliación de Dios con el hombre. De lo contrario, es imposible el descendimiento inefable y divino a un ser dividido por su propia voluntad.

Quizás por eso es que Dios quiere que se realice, en primer lugar, la reconciliación entre nosotros, no para aprender de nosotros cómo reconciliarse con aquellos que le ofenden y perdonarles el castigo correspondiente por sus terribles faltas, sino para purificarnos de toda pasión y vicio, y para que se demuestre que la disposición de los que han sido perdonados trabaja felizmente con la Gracia».

(Traducido de: Sfântul Maxim Mărturisitorul, Tâlcuire la Tatăl nostru, traducere, introducere şi note de Pr. Prof. Dumitru Stăniloae, în „Filocalia”, vol. II, Editura Humanitas, Bucureşti, 1999, pp. 330-331)