Dios nos otorgó este enorme don, la libertad. Si abrazamos la Ley de Dios, si sometemos nuestra pecadora voluntad a la santa voluntad de Dios, no sufriremos como Adán, sino que ya desde esta vida podremos gustar de los gozos del Paraíso, y en la vida futura seremos eternamente felices, junto a aquellos que han conseguido ser agradables a Dios.

Ejemplo de esto son los santos. Ellos vivieron, en esta vida, como si se hallaran ya en el Paraíso, unidos incesantemente y en misterio con Dios, sin renunciar jamás a Su ley. Y, gracias a su humildad y obediencia, llegaron a ser inconmensurablemente felices.

(Traducido de: Arhimandrit Serafim Alexiev, Viaţa duhovnicească a creştinului ortodox, traducere din limba bulgară de Valentin-Petre Lică, Editura Predania, Bucureşti, 2010, p. 220)