Cómo aceptar la voluntad de Dios y aprender a no juzgar a nuestros semejantes
Procuremos mantener despierta nuestra mente y aceptemos todo lo que Dios nos envíe. Postrémonos ante el Trono de Dios y de la Madre del Señor.
Cada persona tiene su propio mundo y a cada uno lo juzgará Dios. Nosotros, aquí, juzgamos de una manera determinada, pero no sabemos qué hara Dios. Ciertamente, le usurpamos a Dios la potestad de juzgar. El demonio nos engaña y, cuando vemos errar a nuestro semejante, decimos: “¡Yo nunca he cometido ese pecado!”, “¡Jamás haría lo mismo que él!”, “¡Qué bueno que no soy como ese!”. Pero… sí, lo hacemos. Incluso los santos más grandes cayeron. Por eso, procuremos mantener despierta nuestra mente y aceptemos todo lo que Dios nos envíe. Postrémonos ante el Trono de Dios y de la Madre del Señor. Cuando hagamos todo esto, la Gracia de Dios vendrá a fortalecernos y nos quitará todo lo malo que tenemos, y entonces podremos vivir como monjes y monjas de verdad.
(Traducido de: Stareța Macrina Vassopoulos, Cuvinte din inimă, Editura Evanghelismos, pp. 147-148)