Palabras de espiritualidad

Abruma al otro, haciéndole el bien desde el amor

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

Entonces cuando le haces el bien, el amor comienza a obrar en el otro, ese amor que no es otro que Cristo, entrando en acción la gracia divina. Después de esto, la persona cambia, porque la conciencia no lo deja en paz. No es bueno hacer el bien sólo para reñir al otro y hacerlo que se tranquilice, porque, actuando así, el bien se debilita; al contrario, el bien debe hacerse con amor. Entonces cuando abrumas al otro con el bien, éste cambia y se corrige.

—Padre, ¿debo aceptar que alguien me pida todo, sin medida?

—En este caso se trata de discernimiento y, nuevamente, discernimiento. Cuando alguien te pide algo, aún cuando sea sólo para presumirlo, dáselo. Acuérdate que Cristo no le dijo a Judas “¿Qué clase de apóstol eres? ¡Renuncia a tu amor por las riquezas!”, sino que incluso dejó que fuera quien llevaba el monedero (Juan 12, 6). Pero si uno te pide, por ejemplo, un tarro de mermelada, y tú lo tienes, pero sabes que esa persona tiene una cubeta rebosante, mientras que otro no tiene nada y sí lo necesita, entonces díle a ése que tiene y aún así te pide: “¡Hermano, si quieres, dale a fulano algo de lo que tienes!”. Si no hay nadie alrededor que lo necesite, dáselo, entonces, sin decir nada. Puede que al dárselo, si aún hay alguna fibra sensible en él, se conmueva espiritualmente y se corrija.

En estos casos sucede lo que dice el Santo Apóstol Pablo: “Cuando tu enemigo te hace mal y tú le haces bien, dispersas los carbones encendidos que hay en su cabeza”. Esto no quiere decir que lo quemes, sino entonces cuando le haces el bien, el amor comienza a obrar en el otro, ese amor que no es otro que Cristo, entrando en acción la gracia divina. Después de esto, la persona cambia, porque la conciencia no lo deja en paz. No es bueno hacer el bien sólo para reñir al otro y hacerlo que se tranquilice, porque actuando así el bien se debilita; al contrario, el bien debe hacerse con amor. Entonces cuando abrumas al otro con el bien, éste cambia y se corrige.

(Traducido de: Cuviosul Paisie Aghioritul, Cuvinte duhovnicești. Volumul 2. Trezvie duhovnicească, traducere de Ieroschimonah Ștefan Nuțescu,ediția a doua, Editura Evanghelismos, București, 2011, pp. 183-184)