Palabras de espiritualidad

Acudiendo a nuestra Madre

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

Porque “justo es en verdad llamar bienaventurada” a la Madre del Señor, “siempre dichosa e irreprochable”.

Oremos, hermanos, a la Madre del Señor, cada vez que en casa se encienda la tormenta de la desarmonía y la enemistad. Ella es muy clemente y siempre está dispuesta a ayudarnos, trayendo paz a los corazones de los hombres. La paz y el amor vienen del Dios Único, de su Único manantial, pero nuestra Señora está siempre ante Él y, como Madre de Cristo, Señor de la Paz, ora fervientemente por la paz de todo el mundo, especialmente por la paz de todos los cristianos.

Ella tiene ese poder y con Su buena disposición puede apartar de nosotros todos los espíritus malignos, esos que están en lo invisible y que buscan infatigablemente sembrar el odio y la maldad entre los hombres. Ella puede dar rápidamente paz y amor a quienes se cobijan bajo su manto protector con amor y fe. Esmerémonos, pues, en mantener la fe y el amor en el corazón, porque si no nos cuidamos, ni la Madre del Señor podrá mediar por nosotros ante Dios, por ser indignos de ello. Así, honremos a la Madre de nuestro Señor, llenos de devoción y fervor.

Porque “justo es en verdad llamar bienaventurada” a la Madre del Señor, “siempre dichosa e irreprochable, más alta que cualquier otra criatura, mediadora de toda la humanidad. Cultivemos el espíritu de la humildad, porque ella es humilde como nadie podría hacerlo. Por eso, se dirige con amor solamente a quienes están llenos de esta virtud.

(Traducido de: Sfântul Ioan de Kronstadt, Viața mea în Hristos, Editura Sophia, p. 163-164)